
Cientos de enredaderas con
flores mustias se precipitan
por tus cabellos.
De tus labios agrietados emana
como de un manantial la sangre
de los besos que olvidaste.
Una fría mucosidad recubre
tus manos, se derrama entre tus dedos,
enterrándote caricias.
Así te ve el amor,
amor, cuando me matas.
Cuando me destierras de tus dones,
de la divinidad de tus excesos,
del rescoldo con que me asilabas.
Así te ve el amor cuando muero,
imaginándote inquisidora y desnuda,
hasta el último aliento.
Así ha de verte.
Así imagino en cada muerte,
en esas noches; entre impasibles
roces, sudor y abandono, que ha de
verte, maldita seas, el amor.
flores mustias se precipitan
por tus cabellos.
De tus labios agrietados emana
como de un manantial la sangre
de los besos que olvidaste.
Una fría mucosidad recubre
tus manos, se derrama entre tus dedos,
enterrándote caricias.
Así te ve el amor,
amor, cuando me matas.
Cuando me destierras de tus dones,
de la divinidad de tus excesos,
del rescoldo con que me asilabas.
Así te ve el amor cuando muero,
imaginándote inquisidora y desnuda,
hasta el último aliento.
Así ha de verte.
Así imagino en cada muerte,
en esas noches; entre impasibles
roces, sudor y abandono, que ha de
verte, maldita seas, el amor.