…Les aseguro que no puede haber un tono más elocuente, una mirada que suplique más comprensión, ni unos gestos con mejores efectos especiales, que los que Francisco exhibió para intentar que su relato no nos avocase a pensar que era fruto de una imaginación ya casi jubilada, o como él mismo diría “ pal arrastre”.
Antonio me miró irónicamente, esperando un gesto de solidaridad por mi parte, yo sonreí tiernamente, giró su atención hacia Francisco, y le dijo con total ausencia de tacto, “ ¿y eso como coño va se?“. Francisco me miró buscando un aliado, yo volví a sonreír cálida pero imparcialmente, volvió su mirada paranoide hacia Antonio respondiéndole “quiyo, por la salú de mis chiquillos que sí, qué me caiga ahora mismo aquí muerto si es mentira lo que te dicho”, a lo cual Antonio contrarrestó esgrimiendo, “que no, que no, que el dolor se te quitó porque se tenía que quitá y ya está, o es que vas a descubrir tú ahora la penicilina”, las venas del cuello y la frente de Francisco estaban a punto de independizarse del resto del cuerpo, -su fe en ese remedio era directamente proporcional al escepticismo de Antonio- su mirada alternaba y escrutaba constantemente nuestras expresiones, si llega a advertir en mi cara una señal de apoyo a la posición de Antonio, creo que los nervios y la vergüenza lo hubiesen hecho reventar de impotencia y desconsuelo, pero al comprobar que mi postura era neutra, y que el partido había terminado empatado, decidió poner fin a la contienda, eso sí, recomendándole antes esto a Antonio, “ tú allá, pero que sepas que yo no gano na con decirte esto, a mí me sirvió, y tú, ahora que lo sabes, seguro que algún día lo probarás”. A lo que Antonio respondió con una especie de gruñido indescifrable acabado en, “...una poca leche pa ti” FIN