Gripecito y su amigo Pablo (I) (Cuento inédito)
Gripecito es un virus niño de color naranja muy alegre. Sus
papas lo tuvieron exactamente un viernes de enero por la noche en una
confortable habitación entre la nariz y la garganta de un niño humano llamado
Pablo. La familia de Gripecito es muy grande, tiene tantos hermanos que aún no
los conoce a todos, se podría decir que son muy felices porque pasan todo el
tiempo bañándose en mocos, enjuagándose después en saliva, colonizando
pituitarias, viajando hasta la boca para jugar al escondite entre los dientes y
saltar hasta no poder más sobre la lengua, siempre terminan deslizándose por el
vertiginoso tobogán de la tráquea antes de volver a casa como experimentados
escaladores de gargantas.
Toda la familia se encontraba reunida para cenar el domingo,
sus padres, conscientes de que más pronto que tarde los expulsarían
violentamente al exterior estampándolos en una fría baldosa o en un pañuelo de
papel que terminaría en el cubo de la basura o, peor aún, atacados sin piedad
por los soldados anticuerpos del joven humano, decidieron prepararse para
explorar otros mundos y cambiar de casa aprovechando un ataque de tos de Pablo
—el ataque de tos era más controlable que un imprevisible estornudo a
propulsión—. Era una tarea muy arriesgada, heroica incluso, habrían de espera
el momento idóneo, justo el instante en el que Pablo estuviese rodeado de otros
niños, por eso el colegio era el lugar perfecto. Tendrían que descender a la
boca y colocarse justo en la punta de la lengua y esperar ahí hasta que el niño
tosiera. La punta de la lengua era el lugar más incierto para cualquier tipo de
virus, desde allí, con suerte, podrían alcanzar a otro humano en el que vivir un
tiempo confortablemente pero, si cometiesen el más mínimo error desaparecerían
olvidados y hambrientos en una desangelada pared o aplastados en un inhóspito suelo
de tierra o de cerámica.
Dibujo: Pablo
Texto: Papá de Pablo