Llega el día donde tu idealio emerge como
un cetáceo, frenético mira hacia atrás,observa su alrededor, contempla el horizonte.
Cautivo. Desubicado como una cabra montesa
en
el
abismo
de Challenger,
y todo tiene la misma tonalidad panza de burro,
el mismo brillo de espejo oxidado,
la misma textura de hamburguesa, e idéntico olor:
ese aroma a carbono tísico ligeramente alcantarillado.
Y te pregunta: ¿y ahora qué? y, peor aún,
¿Quién coño eres tú?
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