Verano en el valle del Guadalquivir
Me encuentro en el único rincón de mi azotea donde a las tres de la tarde sobrevive una brizna de sombra. Es julio aquí en Sevilla, y no es que en el resto del mundo no lo sea, pero esta semana de julio en concreto, en mi azotea, después del almuerzo, mientras inhalo mi dosis de nicotina en este simulacro de sombra, la temperatura ronda macabramente los cuarenta y dos grados.
Las gotas de sudor rivalizan en su caída salada por todos los cauces de mi cuerpo. El humo del cigarro, en vez de huir hacia el sol, desciende. Todo está inmóvil, las flores parecen suplicarme una última gota fría mientras languidecen. Las barandas hierven. El interior del coche es la estancia en el infierno de Hitler. El aire inflama miradas y aromas. Los gorriones llevan el pico abierto constantemente, y sus plumas ardientes clavadas en la sangre. El humo de los coches y el vapor del asfalto ascienden y se incrustan en las paredes de las habitaciones, el sol las presiona hasta que logran atravesar los muros, y acaban impregnando camas y pulmones. Conecto el aire acondicionado y avanzo hasta octubre, y respiro aliviado en este otoño prematuro y artificial, encarcelado entre cuatro paredes.
Aún así, prefiero el verano al invierno, el otoño a la primavera. Y su sonrisa a cualquier momento del año.
Las gotas de sudor rivalizan en su caída salada por todos los cauces de mi cuerpo. El humo del cigarro, en vez de huir hacia el sol, desciende. Todo está inmóvil, las flores parecen suplicarme una última gota fría mientras languidecen. Las barandas hierven. El interior del coche es la estancia en el infierno de Hitler. El aire inflama miradas y aromas. Los gorriones llevan el pico abierto constantemente, y sus plumas ardientes clavadas en la sangre. El humo de los coches y el vapor del asfalto ascienden y se incrustan en las paredes de las habitaciones, el sol las presiona hasta que logran atravesar los muros, y acaban impregnando camas y pulmones. Conecto el aire acondicionado y avanzo hasta octubre, y respiro aliviado en este otoño prematuro y artificial, encarcelado entre cuatro paredes.
Aún así, prefiero el verano al invierno, el otoño a la primavera. Y su sonrisa a cualquier momento del año.
Buna combinación, perfecta, sublime...
ResponderEliminarMozart, Led Zeppelin, Jethro...
Perfecto...maestría, compañero.
Un abrazo.
( Semana pasada estuve en tu jardín de la Alhambra, habrá que ir a Sevilla)
Ainsss que caló!!!!
ResponderEliminarMuakakiss
Yo prefiero el verano al invierno y la primavera al otoño... y obviamente... su sonrisa a todas las demás...
ResponderEliminarQue tengas una linda semana, saluditos!
Yo prefiero el otoño a la primavera y el invierno al verano. Ufff, chiquillo, que calor hace en Sevilla.
ResponderEliminarUn abrazo. Gracias por tu visita
Describes de forma espectacular... aunque sea este calor asfixiante. Hermosas palabras sutilmente dedicadas.
ResponderEliminarBueno, y primavera e invierno son épocas de inspiración, no las desheches!
Hola! gracias por pasar por mi blog y por la felicitacion. Ya se personalmente el calor que hace en Sevilla. Lo "sufro" este verano. Y cuesta, ¿eh? jaja
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola! te devuelvo la visita y he subido a tu azotea para fumarnos un cigarro ;)
ResponderEliminarPa mi demasiado calor...tienes una cervecita???? anda dime que si...
Besos!
Con semejante descripción hasta apetece pasar calor.
ResponderEliminarMe uno a mi amiga Belén y me apunto a las cervecitas, que con tu manera de narrar debe ser algo maravilloso, jajajajaja, y mira que las birritas ya son de por sí fantásticas.
Yo estuve en Sevilla en enero de 2002. Supuestamente era invierno.
ResponderEliminarLlegué en tren, desde el norte.
Al salir de la estación en Santa Justa comencé a sudar. No es que hiciera calor, pero con la ropa que llevaba encima, estaba sofocado.
Tuvimos que rescatar la ropa liviana del fondo del morral.
Si así es Sevilla en "invierno" no quiero imaginar en verano.
Más allá de eso, es una región magnífica de España, y la ciudad de Sevilla la que más me ha gustado del país.
Un abrazo.
Hola Sevillano, vine a leer algo de tu calor para que entre por mis ojos y entibie estos fríos uruguayos, pero también vine a descubrir al poeta que dejó su cálida huella en mi escoba. Así pues, ya nos hemos cruzado, eres un auténtico fósforo en la nevada pantalla. Un abrazo
ResponderEliminarBuen sitio, el de la imágen, para estar. ;)
ResponderEliminarSaludos.
20,30, o 40 grados amo el verano, el sol, y todo lo que describes en tu post.
ResponderEliminarMe dio sed!
Gracias por tu visita, te dejo unabrazo!
Gracias a todos por vuestros amables comentarios, sigue haciendo muchísima calor, las ideas se me derriten.
ResponderEliminarBelén y vitruvia, tengo cerveza para todo el mundo que ose acompañarme a las cuatro de la tarde en mi azotea, que en el futuro se conocerá como el chiringuito del apocalipsis. Hasta pronto.
muy entretenido tu blog, aca todavía estamos en invierno hace mucho frio, pero tmapoco me gustaría estar asándome a 42°.
ResponderEliminargeniales las fotos de tus viajes,
saludos.
¿Cuando nos invitas a tu azotea?
ResponderEliminarQué manera de expresar el calor que te embargaba =) ...
ResponderEliminarQue lindas palabras, me envolvieron completamente!!
Saludos, espero te sigas paseando por mi blog...
Katyca
Estupenda foto. Qué envídia.....
ResponderEliminarCaramba, me ha encantado como escribes, preciosa forma de expresarte... pero a mí no me vas a convencer, me quedo con el invierno 20 veces. :D
ResponderEliminarSaludos!
Volveré por aquí. ;)
Hola, me encantaría estar en Sevilla y fumando un cigarrillo en la azotea, pero definitivamente en septiembre y octubre, esperando que alguna hoja cayera cerca mío.
ResponderEliminarSi todo el año fuera la misma estación seguramente no la esperaríamos con tanto anhelo, no la desearíamos ni la soñaríamos.
Vaya manera de describir el verano, me encanto tu narrativa. Te felicito y Gracias por tu visita.
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