La inspiración (Final)
Todo tipo de excusas disfrazadas de temores me colonizaban sin que les ofreciera la más mínima resistencia. ¡Ya está bien!, me dije, era el momento del gran duelo por conquistar una esquirla de arte; otra desesperada tentativa por perdurar más allá de un te quiero, de un suspiro, o de un perecedero papel. Cierro los ojos hasta acompasarme con mi pulso. Quiero recordar que podría ser algo como esto:
Al final te precipitas en el hambre;
y reúnes y deshaces, y formas parte
de cada lugar que sucumbe, de cada…
Demasiado eco, la esencia puede que subsista pero el olor aún es pobre, su génesis brillaba en lo extremo, quizá:
Al fin caes en la histeria del hambre;
y devoras y deshaces, y formas parte
de cada átomo que sucumbe…
Creo que era algo parecido, pero debo alimentarlo o yacerá para siempre inacabado, o parcheado en otro cuerpo y en otros sentidos.
Cierro los puños como si pariese, ¡puedo verlo!
Al fin caes en la histeria del hambre;
y devoras y deshaces, y formas parte
de cada átomo que sucumbe, de cada
imagen sagrada que se erige.
Al fin somos la causa de toda la belleza,
el por qué de los dioses. (1)
Caigo exhausto sobre el teclado, creo que ha sido niña, la más bella que pueda imaginar ahora, y será ninfómana como el deseo, pero antes deberá crecer libre en las gargantas…
(1) Fragmento del poema “La causa de la belleza” de mi poemario “Poemas de amor inmisericordes”