Un fin de semana juntos (II)
─Ya estás muy por encima de lo que crees, sólo tienes que existir y suceder en mí sin pensar que debes competir por mi consideración. No puedes pedirme que te lo demuestre en los términos que tú lo harías. Te quiero conmigo para siempre, y cada hecho que se encamine hacia otra meta es un mero afluente de lo que somos.
─No creerás que a estas alturas vas a desmoronar lo que pienso con esa filosofía barata. El movimiento se demuestra andando, juntos preferiblemente, y tú me has plantado como un árbol en el que refugiarte de las inclemencias.
─Estoy seguro de que, como mucho, eso es lo que temes llegar a ser, y no es justo que me reproches algo que sería lo último por lo que te querría.
─Está bien, no volveré a decirte como me haces sentir, de hecho tú pareces estar mejor documentado, pero el hecho que sea, o no, unos sentimientos fundados no me retendrá cuando crea que no merece la pena soportar esta situación ni un minuto más.
─No creo que haya nadie en el mundo al que le siente mejor que a ti, amenazar como primera acción del día. Debes poseer un gen ancestral que en la misma medida que te protege, te hace la criatura más apetecible y exuberante que existe.
E imitando la pose de un felino agazapado en posición de ataque fue acercándose mientras ella hacía el gesto de apartarlo con una silla y lo fustigaba con un látigo incandescente.