Te quiero
Lo hago —¿No sé si podríamos asumir cuánto?—,
aunque tratar de transcribirlo sería
aún más frustrante que confesártelo.
Tanto, que mucho me temo que,
pretender revelar el por qué
conllevaría reconocer la infinitud
existente entre la voluntad de ser
amado, y serlo.
Así que sólo aspiro a promover
tu fe en los milagros para que, apelando
a cierta predisposición de lo divino al sacrificio,
puedas presagiarlo padeciéndome.