El acantilado
Cada vez nos rodean
más conjeturas siniestras:
surgen de un tiempo
enfermo donde los minutos
se enconan y se
dividen inagotables:
corrompiendo días,
invirtiendo expectativas,
coartando amaneceres.
Abrázate a mi espalda
como si nunca nos
hubiésemos defraudado.
Mira esa playa lejana,
serena, nebulosa, aquella
al final de este furioso
acantilado: cementerio de agua
agotada y almas en destierro.
Sí, antes éramos recolectores
de olas, oníricos eruditos.
Tan sólo retómame
y oirás de nuevo el mar
en tu ventana, bailarás
desnuda sobre la arena
de tu bañera.
Saldrás de mí como agua
fecundadora, como tierra prometida.
más conjeturas siniestras:
surgen de un tiempo
enfermo donde los minutos
se enconan y se
dividen inagotables:
corrompiendo días,
invirtiendo expectativas,
coartando amaneceres.
Abrázate a mi espalda
como si nunca nos
hubiésemos defraudado.
Mira esa playa lejana,
serena, nebulosa, aquella
al final de este furioso
acantilado: cementerio de agua
agotada y almas en destierro.
Sí, antes éramos recolectores
de olas, oníricos eruditos.
Tan sólo retómame
y oirás de nuevo el mar
en tu ventana, bailarás
desnuda sobre la arena
de tu bañera.
Saldrás de mí como agua
fecundadora, como tierra prometida.
Tan sólo retómame,
Estoy tan solo, te
veo tan sola.
Haz eso tan sólo
ahora…
Poema inédito de Antonio Ruiz Bonilla
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