Adán y Eva. Primeras reflexiones sobre la pareja (de cómo surgió el deporte y las celebraciones, según Adán)
Un día cualquiera de la eternidad, hallándome recostado en
el tronco de un manzano sin nada interesante que hacer, cayó sobre mi cabeza
una jugosa y redonda manzana, botó y al caer se deslizó por mi brazo, al
intentar asirla se elevó los segundos suficientes para permitirme armar la
pierna y pegarle una tremenda patada, como si me vengase de que jamás podría
probarla. La manzana salió disparada hacia Eva que estaba de espaldas entre dos
palmeras, le grité para que no la golpeara y ella se giró e intentó cogerla
creyendo que yo había accedido a desobedecer a Dios para, al fin, poder
comérnosla. Le pasó entre las manos, colisionó violentamente entre sus cejas
tirándola de espaldas, la fantástica fruta, sin embargo, proseguía su firme trayectoria
hacia la gloria. Mientras Eva se lamentaba pensé si a Dios le importaría
canjearme algunas costillas más por unos compañeros con los que jugar a meter la
manzana entre las palmeras. Incluso prepararé un lugar entre las varetas de
palma y los cañaverales para celebrar las victorias, lo llamaría entre varetas
y cañaverales, demasiado largo, mejor “var de cañas”.
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