Cuentos eróticos: Pasión de metro (I)
Hubiese sido una noche cualquiera, prácticamente desechable
si ella no hubiera aparecido de repente en aquel vagón de metro justo frente a
mí. Yo, ingrávido y absorto en la luz artificial como un simple insecto, como
un león destronado que llora a la luna.
Nuestras rodillas tropezaron, más bien se encontraron en una
órbita imposible de prever ni repetir, alcé la mirada y ahí estaba, parecía un
hada gótica en busca de almas descarriadas y apasionadas, me atrevería a decir
como la de un servidor, para hacerlas despertar del letargo social y guiarlas
hacia la belleza de todo lo que se pueda imaginar, incluso de más allá.
Mantuvimos varios segundos las miradas, yo diría que casi besándose, la
apartamos al unísono, los dos hacia nuestra derecha correspondiente, con la
maravillosa coincidencia de que volvimos a mirarnos a la vez, una reacción de vergüenza,
tanto propia como ajena, nos invadió y la vasodilatación de nuestras caras nos
transformó en seres de un tono rosado que delataban que la sangre estaba, de
nuevo y al fin, igualmente ruborizada que emocionada. Los dos suspiramos,
seguíamos inmersos en esta fantástica sincronización mágica, mirando hacia el
suelo, allí solo estaban nuestros pies envueltos en pieles raras, nada que
hiciera sospechar que mirábamos algo digno de admirar del resto de la humanidad.
Por fin a salvo —supongo que pensamos los dos, seguramente—
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