De cómo y cuándo supe el porqué
De nuevo entra Eva en el dormitorio en busca de quién sabe qué…
EVA.- Ya has hecho la cama, qué rapidez, pensaba ayudarte.
JUAN.- Sí, es que me ha echado una mano mi madre mientras
discutíamos.
EVA.- Tu madre, la pobre, ya te ayudó bastante en vida,
déjala descansar.
EVA.- Bueno, voy a poner una lavadora.
JUAN.- Espera, ¿qué voy haciendo yo?
EVA.- Lo que quieras, todo está disponible, no hay una parte
de la casa que no necesite una mejora de sus condiciones actuales de
ostracismo.
JUAN.- Antes no eras tan graciosa.
EVA.- Considéralo un daño colateral causa de la convivencia
contigo.
JUAN.- Anda. ¡Qué arte miarma! Creo que le quitaré el polvo
al cuarto del ordenador.
EVA.- De acuerdo pero, te recuerdo que no se limpia con el
ratón.
JUAN.- Daños colaterales, guapa…
Eva baja las escaleras en busca de la lavadora, que está en el patio.
JUAN.- (soliloquio)
“Pensaba ayudarte”, dice. Mientras tanto, seguro que ya había pensando la nueva
tarea que me iba a asignar.
Bien, empezaré por el ordenador. Un poco de música me ayudará a
sobrellevar este viacrucis. Antes veré el correo. Un momento, ¿se habrá
estrenado aquella película sobre los sueños? Mejor lo dejo todo antes de que la
jefa pase revista. Bueno, tan sólo poner los caprichos de Paganini para
intentar que la velocidad y la eficacia me invadan
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