Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

lunes, 25 de abril de 2011

De cómo y cuándo supe el porqué (VI). Eva

JUAN.- (soliloquio) “Pensaba ayudarte”, dice. Mientras tanto, seguro que ya había pensando la nueva tarea que me iba a asignar.
Bien, empezaré por el ordenador. Un poco de música me ayudará a sobrellevar este viacrucis. Antes veré el correo. Un momento, ¿se habrá estrenado aquella película sobre los sueños? Mejor lo dejo todo antes de que la jefa pase revista. Bueno, tan sólo poner los caprichos de Paganini para intentar que la velocidad y la eficacia me invadan. No sé qué es peor, si trabajar, o limpiar por detrás de la mesa del ordenador. Tendré que ir por el machete para manejarme por entre esta selva de cables.

Baja las escaleras para ir a la cocina en busca de unas agarraderas con las que intentar concentrar y someter a esa legión de cordones multimedia.
Eva está inclinada frente a la lavadora, con un translúcido camisón que, en esa postura, hace confundirse muslos y nalgas. Sube corriendo por la cámara y al regresar ella ya se ha incorporado. Espera un momento. Se vuelve a inclinar con ropa en sus manos pero, esta vez, apoya una de sus rodillas en el suelo y la pose que se erige no termina de merecerse una foto clave y eterna. Ella mira hacia atrás, lo ve con la cámara frente a su cara, en una posición de alerta.

EVA.- ¿Qué haces con la cámara?


JUAN.- Nada, pero cuando pienses poner de nuevo una lavadora con ese camisón y sin flexionar las rodillas, espero que la cámara y yo estemos más compenetrados.


EVA.- Esta noche lo repetiré para ti a la luz de la luna. Le contesta mientras lo abraza por la espalda y le da un beso en el cuello.


JUAN.- A la luz de la luna las fotos sólo son penumbra.


EVA.- Si lo más importante es la foto podemos esperar a que suceda de nuevo espontáneamente.

                                                     

martes, 5 de abril de 2011

Soy bello



A veces ni atino ni aspiro al por qué
de todo lo que parece ser todo y,
sin embargo, se escapa como casi nada.
Y todo mi empeño se concentra en
un lento ascender de caracol por donde
germinas hermosas sombras,
musgo almibarado, cantos de sirena,
mar adentro.
Mi razón a expensas de que
accedas a una súplica: ser cómplice
en un trémulo compás distanciador
de rodillas.
El ayer y el mañana dependen
sólo de ahora para merecerse, de
un hurgar de dedos, y de
una cacería de bocas.
Por el único motivo que soy sin
arrepentirme es por dejar de serlo,
libando como hospicano, en tus senos.

A veces ni atino ni aspiro al por qué,
entonces apareces en mi memoria
abarcándolo todo, como única deidad
integradora.
Y como una estrella que se extingue,
soy bello.

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