Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

lunes, 29 de diciembre de 2008

La historia más triste de la historia (XI)


Una media hora después volvió a bajar las escaleras con la misma intención, y distinta indumentaria, que la desafortunada vez anterior. Jamás olvidaré esa breve falda negra que se ceñía a su cintura y a sus piernas como la arritmia a mi sangre de resucitado a la belleza. Esa justa compresión que ejercía la ropa sobre sus formas hacía de su cuerpo un arma de seducción masiva. Era fácil imaginar la complejidad que tendría la naturaleza para repetir ante mí, esa misma proporción de tristeza, voluptuosidad y misterios, que continuamente se amasaban en María, y que hacía retroceder a mis órganos y músculos como preparándose para saltar sobre esa remota posibilidad; que ahora mismo pasaba ante mí, dejando las llaves junto a mis manos y dirigiéndome un tímido: hasta luego; con la delicadeza y la premura de un ángel con las alas en llamas. Con una media sonrisa de idiota entero, le dije el adiós menos verosímil de la historia; quise decirle que podía acompañarla donde quisiera, que esperaba su regreso como si nada pudiese suceder en su ausencia, que lo daría todo por una cómplice sonrisa suya. Ante mi falta de valor decidí seguirla bajo la excusa de estirar las piernas; el pueblo no era muy grande y sería casi normal que nos encontrásemos en cualquier parte. Pude ver como le preguntaba a una joven algo por la calle inquisición; lo normal es que me hubiese consultado a mí, pero no puedo achacarle que después del patético espectáculo que le ofrecí ayer, decidiera probar suerte con alguien más normal. Atravesó la plaza del ayuntamiento observada por toda una legión de jubilados que sacaron pecho, escondieron los bastones, y reajustaron sus dentaduras, pero ella no dio ni los buenos días...

jueves, 25 de diciembre de 2008

Jesús alegría de los hombres. J.S. Bach

Desde el Fin De Los Tiempos quiero desear, a los que celebren la Navidad, unas felices fiestas. Y a todo el mundo que pretenda sobrevivir al juicio final, un año nuevo jalonado de buenas intenciones, respeto al planeta, ilusiones e inspiración.
Pronto se abrirán las puertas de esta nave a quienes quieran sobrevivir a la era de los hombres.
Aquí os dejo la Cantata "Jesús alegría de los hombres", BWV 147 de J.S. Bach. Disfruten de la religión universal que es la Música:



Jesus bleibet meine Freude
meines her zens trost und saft
Jesus wehret al lem lei de
erist meines lebens kraft
meiner Augen lust und sone
meiner see le schatz und wonne
darum lassích Jesum nicht
ausdem her zen und Ge sicht

lunes, 22 de diciembre de 2008

La historia más triste de la historia (X)



En los instantes siguientes Dios no consideró oportuno manifestarse; al menos a favor de ayudar a Ricardo y a sus acólitos. Toda esta noche, conteniendo todo este lugar, parecía desconectada del resto del universo, tan sólo el miedo y la expectación confirmaban su existencia y les otorgaba algo de tiempo.
El hijo del carnicero estaba seguro que el Señor iba a tomar partido tarde o temprano, de alguna u otra manera; auxiliándolos con su infinito poder, o abandonándolos a su libre albedrío; concediéndoles la posibilidad de redimir quién sabe cuántos innominables pecados.
La fe de Ricardo era como el plebiscito de un dictador; no admitía el menor resquicio para la duda; sí, para continuar, y no, para no marcharse.
Esa quietud abismal de los acontecimientos lo dejaba todo meridianamente claro; el Hacedor había puesto ante ellos los medios oportunos para el arrepentimiento y la expiación. El carnicerito empezó a caminar escalando la colina manteniendo los brazos en cruz y rezando el salmo penitencial número cincuenta y uno:

“Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra Ti, contra Ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí…”

Los demás, menos eruditos en temas de devocionario, después de titubear unos segundos acordaron permanecer junto al crucificado rezando un Padre nuestro; su fe quebradiza sólo les había podido infundir el valor suficiente para vencer el pánico hasta el pie del otero.
Cuando Ricardo se giró para infundir valor al grupo con la convicción que derramaban sus desorbitados ojos celestes, comprendió que sólo él era el mártir elegido para subir este calvario y salvar al pueblo. Aunque para ello hiciese falta su propio sacrificio….

jueves, 18 de diciembre de 2008

A veces pienso



A veces pienso. Pero me resisto a creer que como consecuencia, sólo a veces existo.
En jueves como hoy, a veces lo escribo; sin considerar apenas si es necesario. Sin valorar si alguien lo está esperando; y entonces miento.
Lo único ineluctable después, es la imperiosa curiosidad de saber, qué pensarán ustedes de ello.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Sobredosis

Hoy aspiro a ser sobredosis,
pitón reticular sumergida en
las entrañas de una lúbrica selva.
Seré poseído de lengua bífida
y dedos de mantis atea
en busca de respuestas,
rastro indeleble de caracol
y alga marina carnívora.
Seré semilla de loto de cristal
si es preciso ser paciente.

Hoy que me esperas asolado
por todo, te invadiré con todo
por retaguardia, como un
jaguar a un caimán,
como tus pies a mis hombros.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Réquiem



Ahora, mientras el agua
impotente arrecia tras la
ventana escupiéndome,
y el sonido de las gotas
atrona en el tiempo imaginario.
La cama es una lápida de hielo
profanada por la ausencia
de humedades y cabellos.
Y el réquiem de Mozart envuelve
la muerte en acordes, para regalo.
Nada parece suceder, salvo la
duda entre llamarte, o seguir
maldiciéndote para descubrir,
una vez más, cuando no somos,
que me detesto.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La historia más triste de la historia (IX)



Ricardo, el hijo del carnicero de la plaza de abastos, cuya madre murió trágicamente cuando él ni siquiera había dejado la teta, fue criado estrictamente en la fe católica por su padre; cada oración, cada pecado, cada mandamiento fue grabado en su memoria tan firmemente que acabó siendo el rasgo predominante de sus genes, ahorrándose cientos de años de evolución gracias a la contundencia con que su progenitor cortaba, con grandes y afilados cuchillos, las piezas de carne mientras lo aleccionaba, como si fuese una sangrienta penitencia. Desde muy joven hacia cada domingo funciones de monaguillo, así que se consideró con la potestad suficiente para tomar las riendas de aquella satánica situación en nombre de su devoción, se armó de valor e ira y propuso enfrentar la imagen mesiánica de Don Jesús a la que parecía ser la fuente de todos sus males, María. Para ello llevaron la cruz hasta el final del parque, justo a la falda de la pequeña colina que conducía a la casa de mi amada, hicieron un agujero en la tierra, entre todos plantaron el roble sagrado con la imagen del sacerdote mirando hacia el balcón. Ricardo, seguido e imitado por todos, extendió los brazos recreando la postura del cura, miró lo más alto que pudo, por encima incluso de las estrellas, y adaptando uno de sus pasajes bíblicos preferidos a las circunstancias, dijo: Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu perdón. Dinos, ¿qué debemos hacer para expulsar el mal de este humilde pueblo?
Paradójicamente, visto desde mi ventana, aquella pavorosa escena recreaba fielmente un camposanto, hecho de cruces humanas que parecían abrir la eternidad de sus almas a la voluntad de María…


jueves, 4 de diciembre de 2008

Introducción



Era tan original que se me
olvidó en el tiempo que tardé
en sentarme y coger una hoja
para atraparlo; era exactamente
ella, y lo que me provoca aún
sin serlo.
Más bien desnuda que con ropa,
seguramente en plena carcajada,
apostaría a que la distancia
hasta su cuello lo fui jalonando
con súplicas, muertes y
renacimientos.

Un segundo de genialidad
desperdiciado mientras tan
sólo su lengua, ya merece un
siglo de disipado ingenio.

Una lástima de éxtasis
desintegrado, y por mucho que
retrocedo no hallo más que su
cuerpo que dormita bajo
rutinarias palabras, y sonidos
viciados en labios perecederos.

Y unos dirán que no, y otros
que es único en su especie,
y nada me compensará cuando
este intento de introducción haya
muerto.

lunes, 1 de diciembre de 2008

La historia más triste de la historia (VIII)



...A medida que fueron llegando formaron un lúgubre coro de fieles alrededor de su guía espiritual. Nadie osó razonar los motivos por los que un árbol tan vigoroso y sano se había precipitado con tanta precisión como alevosía sobre el débil cuerpo terrenal del religioso. El tronco del árbol quedó soldado al del discípulo del papa, dejando entrever sólo la parte sobrante de su sotana. Sus brazos abiertos yacían aleados bajo gruesas ramas. No hubo forma humana ni divina de separarlos, tomaron la determinación de intentar levantar los cadáveres con la grúa municipal; amarraron la rama más gruesa al gancho, el vehículo salió despacio, y a medida que avanzaba el árbol se fue girando hasta quedar enfilado con el coche, y con Don Jesús, al fin, boca arriba. Al levantar todo lo posible la copa del roble se pudieron oír silbar entre las nucas una sarta de escalofríos y lamentos. La imagen era radical y lamentablemente familiar; la crucifixión tal y como todos imaginábamos, incluso le resbalaban algunas gotas de sangre desde la frente hasta el resto de su magullada cara. Los más creyentes se presignaron mirando al cielo, y arrodillándose en el claroscuro suelo pidieron clemencia a Dios. Hasta el más ateo se convirtió de inmediato, la casualidad no podía gestionar tanta maldad, así que si satanás estaba esa noche merodeándolos con su pesadumbre, sería segura la existencia de un salvador al que las personas humildes y buenas pudieran pedir misericordia.
Yo también miré al cielo desde mi ventana, pero buscando alguna señal inequívoca que explicara el por qué todo lo macabro que se concentraba en aquellas negras horas parecía manar de María. Pero el cielo nocturno parecía una imagen detenida, un cartel de ciencia ficción que estaba poco a poco atenazando a la vida...

martes, 25 de noviembre de 2008

Otra vida



Sé que seguiré
echándote de menos
el resto de esta vida,
aunque estés aquí y ahora,
compensándome de mí.

No estaría mal tener la
opción de volver a existir;
para decir lo siento
cuando ahora se piensa, y
que además se contagiase
como un orgasmo.
Para gritar me voy
donde siempre me quedo.
Para mandar al diablo
al trabajo y al banco,
y no siempre viceversa.

Sería digna de culto una fe
que prometiera conquistar
placeres donde ahora
pecamos, y que rezar fuese
un diálogo tolerante y
cómplice;
la metamorfosis de un
monólogo sumiso y trémulo.

Poder ser donde ahora
imagino, ir donde suelo
estar esperando, coincidir
en el deseo y la soledad
en los que ahora, a veces,
nos perdemos.

Otra vida donde recuperar
el tiempo que ahora tiramos
sin compasión a la basura,
otra vida desde donde poder
mandar a ésta, a menudo,
a la mierda.

jueves, 20 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (VII)



...Uno de los dos curas del pueblo, el veterano Padre Jesús, salió de la iglesia principal mirando atónito hacia todas direcciones buscando una explicación más o menos razonable para lo que estaba sucediendo, hasta que, a lo lejos, pudo reconocer a María meciéndose tranquilamente en su balcón mientras el resto de criaturas del pueblo parecían huir de la muerte que sería permanecer quietos y en silencio. El padre avanzaba entre la gente sin contestar las preguntas que los vecinos le hacían sobre el por qué de aquella situación, se dirigía en línea recta a la casa de María, sin apartar un segundo la mirada del balcón, parecía estar buscando una señal inequívoca que aclarase aquel acontecimiento casi apocalíptico. La gente empezó a observar a Don Jesús, parece que su fijación abrió en ellos un resquicio para la esperanza, se fueron deteniendo poco a poco y un expectante murmullo empezó a imponerse en el silencio absoluto de la noche iluminada, el cura se adentró en un pequeño parque que se interponía entre la calle principal y la casa de mi musa. Todo el mundo estaba pendiente del inminente encuentro entre el párroco y María, como si se tratase de una rivalidad ancestral y divina que no tuviese otra forma de dirimirse que con una lucha a vida o muerte. La pequeña mansión estaba situada en una breve colina una vez cruzado el frondoso jardín, del cual el Padre Don Jesús estaba tardando demasiado en salir. Un grupo de vecinos, espoleados por la actitud decidida y valiente del párroco decidieron averiguar qué estaría haciendo éste aún en el parque. El resto de vecinos siguieron como unos polluelos de ave al grupo de vanguardia, más bien por miedo a quedarse solos que por el valor infundido por el Padre...


lunes, 17 de noviembre de 2008

Se buscan palabras



Busco cauces de palabras
inéditas para una mujer de agua.

Busco metáforas que
conviertan
en todo, la nada infinita
de la bruma lejana
difuminándose.

Busco comas que sepan
conjugar nieves lejanas
con labios hirvientes.

Busco puntos y apartes que
reconquisten el fuego desde
cualquiera de sus cuencas.

Busco torrentes de versos
incandescentes, que aneguen
lenguas heladas, que se enreden
en mareas de piel y saliva.

Busco estrofas de aire que
te desnuden y perfumen
con placer de oleaje la tierra.

¡Busco tantas cosas en
palabras acuáticas!

Busco rimas de lluvia entre
tus piernas para calarme de
influjo en la árida lejanía.

Busco palabras eternas para un
poema líquido; un afluente que
te mantenga hidratada sea cual
sea el estado en que te halles.


Busco palabras inconcebibles;
palabras húmedas, gotas
de palabras inexistentes
que resbalen por tus polos
hasta deshacerte de hambre.

Sigo buscando palabras…


jueves, 13 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (VI)



...Sólo me faltó disculparme en arameo mientras hacía el amago de auxiliarla, sin atreverme del todo a tocar sus manchadas, pero aún voluptuosas formas; empecé con el intento interruptus de limpiarle la falda. Ella retrocedía quitándole importancia al accidente. Pero insistí bajando mis manos epilépticas hasta sus piernas, ella formaba espirales de huída en el hall repitiéndome que no me preocupara. Me armé de valor y de gallardía, flexioné las rodillas hasta dar vehementemente en el suelo indeformable, cogí con determinación uno de sus tobillos para poder secar con un pañuelo los anfibios que parecían sus pies asomando por los zapatos. El pie que le quedó libre resbaló con el café que aún rezumaba de la cafetera volcada, al intentar equilibrar las fuerzas con su otra extremidad para lograr mantenerse erguida el resto del día, contempló y sufrió como se lo tenía firmemente atenazado un ser totalmente prescindible para su especie.
Pues sí, esa fue la primera y lamentable impresión que infringí a María; un paleto que la miraba embelesado de arriba a abajo como si nunca hubiese visto a una diosa de carne y hueso pedirle alojamiento, que se quedaba dormido en el trabajo de una forma asilvestrada, y tan patoso que hizo que diera con sus elegantes huesos en el piso.
Eso es lo mínimo que uno debe pensar de alguien que ha sido responsable de terminar con el culo dolorido y apestando a café frío y pisoteado.
Con un gesto firme de mano me dijo basta, se negó en rotundo a que la ayudara a levantarse, con una sabia parsimonia se incorporó, cogió las llaves que había dejado en el mostrador, y subió las escaleras derrotada por mi incompetencia, pero aún así conservaba ese porte de distinción y sensualidad innata, camino a la ducha de su habitación…

lunes, 10 de noviembre de 2008

Dudosa muerte



El por qué, es intrascendente.
¿Cuándo?
No existe tiempo que sea ajeno.
¿Dónde?
No hay lugar que no lo abarque.
¿Cuánto?
Todo lo que llegue a ser, será por ello.
¿Qué?
Te quiero.
Para tus dudas sólo queda la muerte.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La historia más triste de la historia (V)



Decidí tomarme un litro de café, por calcular una medida de antemano, porque seguramente me bebería la cantidad necesaria para intentar escribir toda la noche, aunque llegase a un mar. Este lugar no era precisamente un hervidero de acontecimientos interesantes o inesperados, y prácticamente era imposible que se cumplieran, como ahora, los dos atributos en un mismo hecho y tiempo. Puse mis manos sobre el teclado como si fuesen tormentas a punto de descargar el diluvio universal. Su intrigante imagen me recorría los brazos, la fuerza de sus caderas me golpeaba el pecho, y sus rizos alborotados prendían de la noche como péndulos mágicos que invitaban a bacanales de misterio y a banquetes de inefables sueños. Aquella noche no podía haber escrito nada que no estuviese relacionado con imaginarla, con intentar desentrañar su profética llegada a mi agnóstica vida. Escribí durante cinco horas con sólo un café, su efímero recuerdo le bastaba a mi sangre para ir jugando desde mi cerebro a mis manos, desde el monitor al cielo convertida en plegaria.
De repente alguien me tocó en la cabeza, era ella intentando despertarme, me había quedado dormido encima de las teclas. ¡Qué vergüenza! me incorporé tan enérgicamente que me tambaleé en la silla, al intentar asirme al mostrador dejé caer la cafetera, con la desgracia de que fue a impactar junto a su insigne figura, abriéndose en el golpe y rociándola desde la cintura a los pies. Me quise morir cuando contemplé su falda ocelada de café, sus piernas salpicadas de pegajosas oscuridades, y sus zapatos albergando medio litro de mi torpeza, ahogando sus dedos entre las medias, y haciendo burbujas en cada uno de sus pasos…

lunes, 3 de noviembre de 2008

El abrazo fúnebre



El abrazo fúnebre de otro
lunes frío y regurgitado hace
que se desvanezcan mórbidas
las horas sin que eches de
menos ni un segundo.
Nunca estuviste en ellas,
jamás te besé en sus momentos
ni me erigiste en eróticos instantes.
Sólo respiramos y asentimos
tan lejos como muertos el
uno
del
otro.
Para ser relativo, el tiempo
es un sicario demasiado preciso
cuando se estanca en la boca,
indigesto e insípido,
como el desecho de la historia.
Para ser inexorable,
testigo imparcial y asilo ecuménico,
cada vez que nos traspasa sin
provocar legado ni consecuencia,
se define como traición y pecado,
heredero del vacío, vanguardia del
suicidio que somos sin esperanzas.

jueves, 30 de octubre de 2008

La historia más triste de la historia (IV)



...con la expresión desencajada por un inconfesable pasado. Reservó una habitación en la única pensión del pueblo. Yo había heredado el negocio, y aunque sólo me ayudaba a subsistir austeramente, nunca me planteé la posibilidad de abandonarlo. Mi trabajo me permitía escribir a cualquier hora del día o de la noche, colaborar en algunas revistas y periódicos digitales, me proporcionaba silencio, calma, y a veces algo tan necesario como la soledad, en todas sus acepciones.
¿Tiene usted alguna habitación libre? Me preguntó mientras respiraba convulsamente e intentaba recomponer su flequillo con los rizos rebeldes que se desparramaban por su cara como niños ingenuos, ajenos al peligro.
Claro que sí, tengo una habitación individual con vistas al río donde usted podrá descansar apaciblemente, le contesté algo avergonzado por no poder apartar la mirada de su rostro a punto de eclosionar en lágrimas, y sin embargo no había visto nada tan hermoso en mi vida, toda su imagen estaba envuelta en un ambiente tan caótico como místico, tan divino como quebradizo.
Le di las llaves lentamente, intentando retrasar todo lo posible que apartara sus grandes ojos del camino a los míos; no tan grandes ni expresivos, pero totalmente emocionados ante el paisaje agreste y recóndito de su cara.
Cuando subió las escaleras no pude evitar contemplar su figura esbelta, sus curvas de actriz de los sesenta, y ese cabello alborotado que prendía maravillosamente a su libre albedrío y con el que aún luchaba compulsivamente.
Cuando ella desapareció en el primer rellano de la escalera, la inspiración me invadió con tal fuerza y proveniente de tantas dimensiones que casi no atiné a articular mis dedos, todas mis neuronas estaban monopolizadas por las sensaciones y el recuerdo que se merecía una diosa tan misteriosa y elegante como mi inquilina...


lunes, 27 de octubre de 2008

A veces escribo cosas



Hay días donde uno no sabe qué contar, gracias a mí, hoy no es uno de esos días. Aunque esté improvisando; un segundo antes de escribirlo ya soy consciente de lo que estáis leyendo.
Érase una vez. No, demasiado… Quizá: muchos años después. Definitivamente parece…
Hay momentos en que no sabemos como narrar de una forma original eso tan extraordinario que pensamos decir, y que queremos compartir con el resto de la humanidad para contribuir a su belleza y a su memoria colectiva. Menos mal que me encuentro muy lejos de que esos síntomas me afecten hoy, ahora, ya, ¡coño, que susto! A eso es lo que llamo yo improvisar; tener la capacidad de asustarme a mí mismo. Creo que esto que escribo tiene algo de fundamento, al menos tiene un comienzo y creo que podré imaginar un final bastante digno, por ejemplo: FIN.
También nos conquistan épocas donde todo lo que se nos ocurre suena a plagio, a pesado, a soporífero, a sobredosis de palabras y de ideas. Pero no, a mí no, que haya escrito ya varias veces sobre este tema no significa que no pueda volver a hacerlo. Además, nada de lo que he dicho creo que exista, ni que haya una mente tan… Pónganle ustedes el calificativo que quieran, que se le ocurra volver a reunir tantas afirmaciones sobre nada en concreto.
La verdad es que aunque podría seguir creando esta torre de babel inmisericorde durante unos esclavos minutos más, creo que ya está bien por hoy. Y como soy un hombre de palabra, escribir, lo que se dice escribir, tal vez no, pero palabra, tengo bastante. Pues eso, que FIN.


jueves, 23 de octubre de 2008

Fuego



Ahora que lo intento no logro
recordar un lugar especial donde
nuestros pasos estén condenados
a regresar para tomar aliento;
un banco, un jardín, una fina
arena de playa bañada en crepúsculos,
cuarteada en nuestra ausencia.
¿Qué fue de esa canción adoptada
por nuestros ritmos biológicos?
Nunca tuviste la solemne declaración
de un príncipe azul postrado.

Ahora, cuando más nos
pertenecemos, ni siquiera imagino
el día exacto que lo supe.

Ahora que te tengo enredada
en cada gota que me fluye
y a cada verso que me sostiene,
no imagino el momento donde
para ambos fuimos aire;
armónicos desconsuelos,
abstractas sonrisas concupiscentes.

Ahora que lo intento, sólo
somos todo lo que nos
hace más simple, simbiótico,
indescifrable y hermoso como
el fuego.




lunes, 20 de octubre de 2008

La historia más triste de la historia (III)



...de norte a sur y de éste al otro.
El eco del miedo colisionaba y ascendía como un hongo atómico que erizaba los vellos hasta clavarlos en la sangre, y ésta se asomaba histérica a los ojos de los vivos, para retroceder espantada ante una oscuridad coagulante.
Esa angustia empezó a provocar llantos, gritos, carreras hacia ninguna parte de almas en pena, como fantasmas de carretera con sus camisones y pijamas flotando en los reflejos de las estrellas gigantes de esa noche.
A María sin embargo no parecía importarle, seguía sentada en su mecedora con los ojos agrietados de lava mientras observaba a todos sus vecinos, algunos de ellos, grandes amigos, corriendo despavoridos como pollos sin cabeza. Se mecía y se paraba de repente, como si alguien se lo ordenara tajantemente. El vaivén era de una cadencia tan hipnótica y oscura que parecía incentivar a la esquizofrenia colectiva. No sé por qué recordé en ese momento una leyenda que de pequeño escuché a más de un abuelo del pueblo. Decía que la muerte era tramitada tanto desde el cielo como desde el infierno; para llegar a cualquiera de los destinos había que superar una prueba, la del cielo era cándida e inocente, prácticamente todo moribundo aspirante la superaba, mientras que la del infierno era despiadada y perturbadora, si no eran superadas, las almas acababan esperando otra oportunidad vagando en la incertidumbre del limbo. Allí se tenían que ganar una nueva prueba para su salvación haciendo que reinara la armonía entre la alegría de los condenados a las ascuas del sufrimiento, y la tristeza de los que fueron elegidos para el paraíso y nunca llegaron a calzarse sus alas.
María no era del pueblo, no sé si conocía esta historia, ni tan siquiera sabía si esta leyenda tenía algo que ver con lo que estaba sucediendo ahora. Ella llegó acalorada un día frío de invierno…


jueves, 16 de octubre de 2008

Lo único suficiente



La vida simplemente está ahí,
no es síntoma de nada, es una
oportunidad que no te dibuja en cada
lugar donde me disperso; para
dotarme de cierto sentido y
relevancia gracias a tu influencia.

El tiempo no garantiza gratos
momentos ni eternidades dignas, no
te condiciona a ser parte inseparable
y decisiva de mi expósita historia.
El tiempo son vacíos entre tu presencia.

El espacio es tan inmenso,
que a veces, aun buscándote
como único motivo que entiendo,
ni siquiera puedo encontrarte.
Y todos son puentes derrumbados,
lugares sin nombre, y acantilados.

Y yo, por mí sólo, lo mismo avanzo
que retrocedo, igual me quiero que
me aborrezco. Eres lo único
suficientemente cierto que
reconozco en mí; intermitente,
efímera, inestable, alucinógena,
sí, pero cuando todo lo demás
delira, tú eres lo único
suficiente; multiplicas el aire
y amaneces horizontes.


lunes, 13 de octubre de 2008

La historia más triste de la historia (II)



...para no levantar sospechas de humanidad. Lo único que le faltaba a la noche para aguar del todo la existencia de la gente era una gran tormenta. Sin embargo era todo lo contrario, nunca se había podido contemplar mayor número de estrellas en el cielo de aquel lugar acribillado de inquietud, su brillo era de una intensidad tan insultante que ocultaba cualquier rastro de que la luna existiese, y creaba un ambiente de sombras inéditas y luces agonizantes que no recordaba a nada. El aire sorprendía cálido en unas direcciones y avasallaba gélido en otras, como si el mundo girase de pronto caótico por un universo sin dioses piadosos.
Todo el mundo quería a María pero nadie se atrevió aquella noche a visitarla para confirmárselo, ni tan siquiera para intentar consolarla. Y yo, que también me hubiese comido a los pájaros si ella me lo hubiese pedido, sólo atiné a espiarla desde mi ventana, oculto tras la cortina, sometido a una vorágine de futuras intenciones y arrepentimientos pasados que me soldaron a la duda más cobarde que pueda padecer un amor tan intenso como anónimo. Una idea me atormentaba y a la vez me llenaba de un optimismo desaforado; ¿estaría contribuyendo la indecisión que padecía a la hora de mostrarle mis sentimientos a la hecatombe por la que atravesaban sus sentidos? y si mi amor no fuese tan siquiera digno de su atención ¿Podría al menos mitigar su dolor sentándome a su lado, cogiéndole las manos, aunque nos mantuviésemos en silencio hasta formar parte de la ornamenta exánime de las mecedoras?
Mientras mi estar o no estar me consumía, un apagón eléctrico hizo que un inquietante murmullo de preguntas y temores recorriese el pueblo...


jueves, 9 de octubre de 2008

La historia más triste de la historia (I)



Lloró tanto que el fin de mi tiempo se empezó a medir tomando de referencia sus lágrimas, todos sus holocaustos aprovecharon un pequeño contratiempo para salir en estampida por cada uno de los poros que pudieran convertirse en heridas sobre su cuerpo desterrado de aliento. Apenas si recordaba el por qué de las primeras gotas amargas que recorrieron su rostro descompuesto por el desamparo. Pero contempló todo lo que alguna vez pudo hacerle albergar esperanzas, arrasado para siempre y enterrado bajo su mirada enfermiza.
A todo el pueblo le sorprendió la tristeza en el atardecer de aquel día. María lo contagió todo desde su balcón, ahogada ante el crepúsculo que el sol le mostraba con alevosía por encima de los árboles meciéndose como plañideras desconsoladas. Aquella noche todo el mundo rezó; unos a Dios, otros a la tierra, y los locos del pueblo al balcón de María. Los perros callejeros iban pidiendo disculpas con el rabo entre las piernas mirando compulsivamente a su alrededor y aullando a destiempo. Los pájaros que habitualmente comían en su mano, sólo bebieron esa tarde las lágrimas estancadas en su escote, todos murieron de repente al poco de emprender el vuelo sin que a ella pareciera sorprenderle. Los gatos hicieron esa noche de barrenderos cautelosos del infierno, parecía que estuviesen destinados a no dejar huellas de lo que siniestramente se avecinaba, y fueron comiéndose los pájaros uno a uno hasta que su gula se rindió y decidieron enterrarlos sin ninguna ceremonia religiosa o discurso fúnebre…

lunes, 6 de octubre de 2008

Declaración



Esto no es un poema,
es una confesión tardía, y por
ello tan enorme que parece
una súplica, un rezo simple y conciso;
reconozco que te siento infinita,
como antes, como ahora,
como siempre, de una única
forma inmensa, casi inabarcable,
en exclusiva.
Aunque a veces te niegue.
Incluso crucificado por la vida
que hiere desde tu silencio,
sé que estás callada, decidida,
al otro lado de la cruz
intentando desenclavarme,
sangrando desde lo invisible,
amándome en la contradicción.
Gracias.

sábado, 4 de octubre de 2008

Todo pasa...

Lo sé, todo lo que llega en esta vida pasa. Desafortunadamente no todo llega, al menos, todo lo que deseamos. Por eso estoy satisfecho de que mi viaje por el mediterráneo haya concluido, es señal inequívoca de que lo he vivido, de hecho, reconozco que incluso he disfrutado de lugares asombrosos, y de haber conocido a personas magníficas. Ojalá estas sensaciones se conviertan cada año en una rutina. Lo que no quita, por supuesto, que esté disfrutando también contándooslo, escribiendo de nuevo en este apocalíptico escenario inventado; un jardín donde paso la cuarentena de estar infectado de palabras y de sueños. Hola a todos, aquí unas fotos de Eze y Cartago.







lunes, 22 de septiembre de 2008

"Surcar el Mediterráneo" y "Verano en el valle del Guadalquivir"

Quiero dar efusivamente las gracias a todos los que me habéis felicitado por el libro, a los que me han citado o enlazado en sus Blogs, a cada uno de los que tenéis pensado comprarlo, y por supuesto y en especial, a los que hace tiempo que siguen lo que escribo, comentan cada entrada, en definitiva me inoculan la fuerza y el ánimo suficiente para que a pesar de esta frenética y caótica vida que hemos engendrado, me permita el lujo de soñar con la poesía.

Este año ha sido muy intenso, sobrellevar el trabajo, el blog, y el libro me han provocado serias secuelas psíquicas. Intentaré, mientras surco el mediterráneo, recargar mi inspiración, mi esperanza en la raza humana, la capacidad de disfrutar de todo lo bello que no hemos destruido aún de este exuberante planeta.
En apenas diez días volveré, aunque no garantizo que las condiciones sean las adecuadas.

Aprovechando que hoy, por esta parte del mundo, es el primer día de otoño, quiero dejarles un relato que publiqué hace algún tiempo, y que ahora he rescatado de la memoria y terminado definitivamente, se titula “Verano en el valle del Guadalquivir” y versa sobre la rigurosidad del verano en Sevilla. Me conformaría con que os provocase una leve sonrisa. Hasta pronto.


"Verano en el valle del Guadalquivir"

Me encuentro en el único rincón de mi azotea donde a las tres de la tarde sobrevive una brizna de sombra. Es julio aquí en Sevilla, y no es que en el resto del mundo no lo sea, pero esta semana de julio en concreto, en mi azotea, después del almuerzo, mientras inhalo mi dosis de nicotina en este simulacro de sombra, la temperatura ronda macabramente los cuarenta y dos grados centígrados.
Las gotas de sudor rivalizan en su caída salada por todos los áridos cauces de mi cuerpo. El humo del cigarro, en vez de huir hacia el sol, desciende y atraviesa la tierra en busca del fresco comparativo del infierno. Todo está inmóvil, las flores parecen suplicarme una gota de agua milagrosa y resucitadora mientras languidecen. Las barandas hierven como queriéndose desembarazar de la pintura humeante que las viste. El interior del coche es la estancia en la eternidad de Hitler. El aire inflama miradas y aromas haciendo imposible concentrarse en nada que no sea encontrar la forma de respirar y no morir por quemaduras en los pulmones. Los gorriones llevan el pico abierto permanentemente buscando la brisa que pueda escaparse de otras dimensiones, y sus plumas incandescentes clavadas en la sangre elevan sus alas como aviones en busca de las altas corrientes de aire. El humo de los coches y el vapor del asfalto ascienden y se incrustan en las paredes de las habitaciones, el sol las presiona hasta que logran violar los muros, y acaban impregnando camas y pulmones con el cáncer de la inconsciencia más caótica. Conecto el aire acondicionado y avanzo hasta finales de octubre, y respiro aliviado en este otoño prematuro y artificial, encarcelado entre estas cuatro paredes. La memoria es débil cuando el placer es rejuvenecedor, y ahora, bañado en esta fresca brisa eléctrica, miro por la ventana y observo a la gente andando exageradamente pegada a los edificios, al cobijo de los árboles, abanicándose la sangre de la cabeza para intentar no perder su destino. Y uno piensa que tampoco es para tanto, teniendo en cuenta que seguro que el momento de más calor del día es cuando me tocó a mí sufrirlo estando pegado a las ascuas de las aceras y al vapor del asfalto.
Mi ropa empapada se ha secado enseguida, tú regresas acalorada con el pelo pegado a la cara, maldiciendo el verano y separándote con ira la camisa de la espalda. Respiras sedienta mientras diriges tu cara hacia la mágica fuente de la fresca brisa, con los ojos cerrados viajas por Alaska y Noruega, planeas sobre los icebergs y los fiordos bebiendo del hielo en pleno vuelo, como las golondrinas de Becquer. Tu rostro va recobrando toda la amabilidad y armonía que sacrificaste para perder lastre y superficie de contacto con las llamas de este sol inmisericorde.
¿Qué pasa? vaya agobio de puto verano, me dices como si estuvieses regresando, lentamente pero con vida, de Auschwitz.
Mal momento pensé para cualquier tipo de demostración de afecto, ahora mismo es ciencia ficción pensar en el más mínimo conato de recibimiento apasionado. Pues nada, aquí recuperándome, le contesto haciendo el gesto de quitarme con la mano el recuerdo del sudor anegando mi frente.
En ese momento era un suicidio proclamar mi famoso alegato a favor de esta estación en comparación al invierno. Ella tampoco quiso hurgar en la herida, aunque no pudo contener esbozar un cometario irónico como este: ¡qué agradable es el verano cuando hace veinticuatro grados! ¿Verdad?
Aún así, prefiero el verano al invierno, el otoño a la primavera. Y su sonrisa al resto del universo, sea cual sea el momento del año. De más está decir que esto último sólo lo pensé.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Definición



Acogedoramente sombría,
leona equina,
resucitadora poseída,
anfitriona carnívora,
jugosa fruta empantanada,
sílfide del cálido infierno,
fugaz cárcel de incipiente vida,
eco de oraciones y juramentos,
calidad de insaciable,
eufemismo del lado oscuro
del paraíso.

Podría haber dicho también,
su boca, pero hoy me he
decantado por su definición
como diosa ciclotímica y
antojadiza, su forma más
iracunda y tentadora.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El pueblo incierto (XIII)



...mientras me recitaba de mala gana mis derechos. Estaba siendo el protagonista de un típico thriller policíaco, donde todo me resultaba tan evidente como ajeno. Con cada policía asido a unos de mi brazos me llevaron en volandas hacia el coche, y pude oír, o quizás imaginar, a todo el mundo dando su opinión sobre mí, tildándome frívolamente de una cosa o de otra, normalmente peor que la anterior. De camino a la comisaría intenté hacer un examen de conciencia de todo lo que me había acontecido desde que, maldita sea la hora, decidí cambiar mi rumbo y dirigirme a este perturbador pueblo, pero por muchas vueltas que le daba no encontraba la más somera explicación lógica para lo que me había, y me estaba pasando. Era como un sueño macabro y abstracto del cual no despertaba nunca, una prueba laberíntica que debería resolver como el héroe que nunca había sido, y que todo el mundo, en algún momento de su vida, debía ineludiblemente aspirar a ser según esta pesadilla.Puede hacer una llamada, me dijo uno de los policías en cuanto me quitaron las esposas dentro de un lúgubre calabozo con claros síntomas de abandono. Menos mal, pensé ligeramente aliviado, al fin una noticia sazonada con una pizca de esperanza. Vamos a ver, puedo llamar a mi mujer, que acudiría rápidamente pero seguramente algo nerviosa, y puede que se le olvidase cualquier detalle importante. A mis hermanas, que sería casi lo mismo, por no decir idéntico. A algún amigo resuelto en el que confiase plenamente, aunque sería un favor demasiado grande teniendo en cuenta que sabría que cuento con mi mujer y mis hermanas, por no mencionar a mis padres, mi amigo incluso podría temer cierto malestar de mis familiares hacia él si yo no considerase primero la posibilidad razonable de pedirles ayuda a ellos...


jueves, 11 de septiembre de 2008

Un cortijo andaluz. José, el pobrecito agradecido (II)



...y la temporada concluía siempre con un intercambio de maldiciones y de amenazas que afortunadamente nunca llegaban a concretarse, sólo servían como desahogo. Quizá para reafirmar de alguna manera, la posición más consecuente posible con el rol que la vida había encomendado a cada uno de ellos. Destino del cual, pensándolo bien, la mayoría absoluta, si pudiesen, renunciarían.
¡Bendita tranquilidad! Exclamó de pensamiento José mientras se sentaba en la cama después de apagar el despertador, era la hora exacta a la que Dios seguramente se levantaba cuando construía el universo, eran las siete y media y el sol despuntaba tranquilamente como sin querer sorprenderlo, seguía pensando mientras se calzaba al primer intento sus babuchas a oscuras. El secreto era colocarlas siempre exactamente en el mismo sitio y en la misma posición, debajo de la mesita de noche, con la puntera hacia la pared. Con el tiempo había comprendido que no acertar de primera al calzarse era síntoma inequívoco de que el día no despuntaba con demasiadas expectativas, de hecho, la primera frase que propinaba a la vida en esos casos era un malsonante improperio de la misma familia que este: “Me cago en la leche puta que mamé”. Ante tal desprecio a sus orígenes nada podía salir ese día del todo a derechas.
Sus pasos recién levantado eran aún más cortos e infinitamente más titubeantes, parecía que se pisara con el talón de un pie los dedos del postrero. Luego descorría la cortina que hacía funciones de puerta de los vientos, y accedía al pequeño salón comedor por el cual transitaba bostezando y esquivando de memoria los muebles hasta llegar a la cocina…


lunes, 8 de septiembre de 2008

Tú y yo



Tu boca alberga mi máximo
esplendor en el tiempo.

Tus manos determinan mi
apogeo y mi decadencia.

Tu llanto es la inquisición
y tu sonrisa el orgasmo.

Tus pechos hacen que
mis células te orbiten
drogodependientes.

Tu mirada indolente
promueve las tinieblas
en la paciencia de esperarte.

Tus piernas convierten todo
lo salvaje que me provocas
en un arte improvisado de
genios y de dioses.

Tu dolor es lo más cercano
que conozco a la muerte,
y deambular por tu vientre
es el único camino a la
resurrección demostrable.

jueves, 4 de septiembre de 2008

La cuenta atrás (Poemas de amor inmisericordes)

El libro ya se encuentra en el proceso de impresión, comenzó la cuenta atrás. Espero que estos poemas puedan despertar cierta emoción, o al menos, curiosidad.



lunes, 1 de septiembre de 2008

El pueblo incierto (XII)



Muy claro, haré todo lo que me digan, respondí, no soy ningún delincuente, y por supuesto no voy armado –aunque seguramente no me creyeron, reconozco que les habría expuesto los mismos argumentos aunque fuese el mismísimo Clyde Barrow – Elevé aún más la voz para anunciar claramente mi pacífica salida: voy a salir despacio, con las manos por delante. El hueco que habían abierto era suficiente para que una persona media pasara de perfil, así que tuve que colocar los brazos en una posición algo absurda, uno delante del otro a lo largo de las clavículas. Más que una rendición parecía que estaba bailando el Hula hawaiano. –Pues sí, esto es una cruz como otra cualquiera, tener que soportar que se me ocurran estas ridículas comparaciones en situaciones tan comprometidas, genéticamente debería ser, cuanto menos, incompatible con nuestro instinto de supervivencia – En cuanto asomé la cabeza los ví, allí estaba una pareja de policías apuntándome con tanta disciplina que podía sentir la inestable tensión acumulada en los dedos índices de sus diestras manos. No había acabado de salir completamente cuando me ordenaron enérgicamente que me pusiera de rodillas en el suelo, y que colocase las manos en la nuca. Así lo hice, quise demostrar con tanta sumisión que mi colaboración no iba a tener límites, que incluso ahora, cuando cambia bruscamente la temperatura, mi rodilla derecha se lamenta profusamente de aquel desmedido y violento aterrizaje. Uno de los agentes se enfundó la pistola y se acercó raudo para colocarme las esposas. Me empujó hacía arriba por los codos mostrándome claramente su deseo de que me levantase, una vez de pie me cacheó como si buscase una veta de diamantes…


jueves, 28 de agosto de 2008

El caos



Tus gafas despatarradas
sobre la mesa del salón.
Tu bolso de verano derretido
suspirando en la encimera
de mármol de la cocina.

Estoy seguro que esa fila de
hormigas del patio, ajenas a
tu rastro, obtienen algún tipo
de placer en su esclava labor.

La puerta del aseo huele
a recién abierta, a pelo
mojado y a pies descalzos.

No me hace falta tu esencia
para encontrarte, pero si está,
levito mientras me aproximo
como acechando a una presa
desconfiada y hercúlea. .

Entre tu cuerpo mojado y mis
manos sedientas cualquier
distancia es un tiempo sumido
en el caos,
un desperdicio de armonía,
una simbiosis extinguida.

Puede que los astros no se
alineen por nosotros, que la
tierra no presuma de contenernos,
pero la vida que se desprende en el
momento en que nos aniquilamos,
es el mejor ejemplo de la génesis y
del apocalipsis de todos lo tiempos.


lunes, 25 de agosto de 2008

Quisiera



Quisiera tratarte como lo escribo,
sería lo que mereces sin duda, pero
estando tan cerca de tus formas
pecaminosas, los versos se
convierten en mis manos en
aullidos y maldiciones de animales
impacientes y nocturnos.

Quisiera ser como digo que pienso,
pero para ello tendrías que saber
adaptarte a mis vehemencias y
a mis desidias, y lejos
de ser justo, la verdad,
no creo que pudiese soportar el
fuego sin calor,
y a la mamba sin veneno.
Te echaría de menos de víbora.

La belleza siempre tan ambigua.
La verdad siempre tan austera.
Y lo que soy nunca encuentra
un lugar sereno junto al tuyo.
La maldición de matarnos y
resucitar sin remedio, y sin saber
por qué, nunca aprendemos,
es la única locura sensata
que conocemos para perdurar
en el milagro caótico que
formamos, mientras se expande
el universo buscando nuestra
armónica belleza por el cosmos.


jueves, 21 de agosto de 2008

El pueblo incierto (XI)



Poco tiempo después me pareció oír la sirena de la policía avanzando hacia mi lamentable situación. Espero que no utilicen ningún método violento para intentar detenerme, no hay nada que falte más a la verdad que pensar que hace falta algún tipo de fuerza para convencerme de que salga al fin de esta ratonera en la que se había convertido mi refugio nocturno contra unos supuestos Nosferatus sanguinarios.
Me coloqué al fondo del cuarto, en el mismo ángulo que ya había utilizado, para que me permitiese ver algo si la puerta se abría de nuevo lo más mínimo. Dispuesto a colaborar en todo, incluso a olvidar que esto estaba sucediendo y despertar en mi cama sudando a mares de fuego. Por el murmullo parece que los trabajadores del banco están informando a los agentes de la situación en la que nos encontramos.
Un silencio absoluto me anegó el alma, sabía que esta quietud era el preámbulo a la táctica policial que estaban a punto de emplear conmigo. Esperé con tanta expectación que retuve la respiración para poder oír cualquier iniciativa a favor de reducirme.
Pom, pom, pom, llamaron breve pero contundentemente mediante tres secos golpes a la puerta, si hubiese tenido que jugarme la vida en adivinar el número de golpes que darían, la habría conservado. No sé, llamar dos veces puede albergar arrepentimiento, cuatro, indecisión. Tres golpes implica la determinación justa que requiere el acto en si.
Le habla la policía, no tiene escapatoria, abriremos la puerta lo suficiente para que pueda entregarse, salga con las manos por delante, que sea lo primero que le veamos, ¿está claro?...

lunes, 18 de agosto de 2008

Soy como piensas



Reconozco que a veces,
incluso prolijamente,
soy como piensas;
un búho ermitaño y
alicortado que sólo
abarca lo que presiente
si antes lo ha sobrevivido.
Todo porque bailo
desenfrenadamente inmóvil,
porque no me recreo en la
palabra, evitando acomodos
imprevistos más allá de lo
interesante, o de lo concreto.
Ya sabes que de registrar
mi genoma, lo llamaría
“timidez profunda”.
Prefiero desahogar lo
absurdo que segregamos
con desvaríos íntimos,
para ti y pocos más.
Paranoias que a su vez son el
peor de mis castigos cuando parecen
constreñir como anacondas
tu futuro de gacela urbana.
de profeta de los cuerdos, de
ángel con los pies en el asfalto.

Hasta ahora hemos sobrevivido
en la linde que delimita tu
frenética ciudad y mi
sobrecogedora selva.

Y yo sigo esperándote allí,
como si el mundo aspirara a
mantenerse intacto por nosotros.

jueves, 14 de agosto de 2008

De mi viaje a Italia (Florencia)







Algún día volveré a la voluptuosa cuna del renacimiento, ahora mismo no encuentro una explicación razonable del por qué tomé tan pocas fotos en mi visita a Florencia. Seguramente sería un caso severo de enajenación, más bien de encantamiento mental transitorio.
¡Cuánto arte concentrado ante un fotógrafo de pacotilla!
¡Cuánta belleza moribunda en la memoria!
Un buen motivo para regresar a la galería de la academia y contemplar uno de los héroes que fui en el pasado; el fabuloso
David de Miguel Ángel.

lunes, 11 de agosto de 2008

Un cortijo andaluz. José, el pobrecito agradecido (I)



José no era sólo un buen trabajador, a los ojos de sus jefes era el mejor de más de cincuenta empleados que tenían con nómina indefinida en el cortijo. Pero murió sin la alegría celestial de saberlo con certeza, no pudo oírlo directamente de sus labios potentados, hubiese sido todo un detalle que lo habría henchido de satisfacción y orgullo, y su entrega y diligencia no hubiesen tenido límites a su entero servicio.
Todas las mañanas atravesaba acelerado, con su característico paso tímido y sumiso de japonesa introvertida, el patio del cortijo para abrir los solemnes portalones de madera vieja y leprosa, que aún cumplían decorosamente con la función de salvaguarda que le encomendaron cuando era maciza y vigorosa, por aquellos años de posguerra se cerraba casi por su cuenta, sin crujidos ni chirridos lastimeros, suavemente velaba por lo poco valioso o comestible que se pudiese tener, y que, por supuesto, se encontraba concentrado en la gran casa almenada de los señores, casi siempre deshabitada.
José era un poco de todo, hacía funciones de administrativo, de organizador de eventos para el gran terrateniente y los señoritos, de casero, y de todo lo que pudiese, con su fidelidad infinita, ir abarcando para el bien y el progreso de la finca.
Era un celoso contable a la vieja usanza, con sus libretas siempre a cuestas, el bolígrafo en la mano y el lapicero encajado en una oreja, o viceversa. Con una maestría artesanal pesaba una por una todas las cajas de aceitunas que los jornaleros habían traído del verdeo. Nunca reconoció que durante muchos años había trucado el rudimentario mecanismo de pesada para ganar unos cientos de gramos, ni que la mayoría de las veces redondeaba a la baja, pero cada campaña las cuadrillas acababan dándose cuenta, y...

lunes, 4 de agosto de 2008

En mi defensa



En mi defensa te diré
que nadie más te haría sonreír
por algo tan inocente como este
poema, único en su especie,
que alcanza la transparencia
del alma cuando me besas
creyéndome dormido o, a veces,
triste.

Ya sé que nadie es mucha gente
y en todo el tiempo posible,
pero es así: una corriente
inestable de alianzas implícitas que,
nos pertenecen en exclusiva,
y se inflaman y multiplican cada vez
más enraizadas y omnipotentes,
aspirando a perdurar más allá de la nada...

No puede haber algo parecido en ningún
otro lugar, nadie más puede pensar esta
sarta de paranoias que te rinden pleitesía,

Es como a una religión
improvisada por unos dioses ateos,
como un país paralelo que lucha
y se funda, se evapora y se erige
con cada gesto cómplice.

Poco a poco creamos un dialecto
indescifrable, unas guerras cada
vez más diminutas, rituales,
aquelarres, una adaptación libre
del kamasutra. Solo admitimos
en nuestro imperio las cosas
imprescindibles para extendernos,
y acabar siendo algún día, un laberinto
independiente dentro del cielo eterno.



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jueves, 31 de julio de 2008

La resurrección



Dispongo de tan poco tiempo
para descifrarte, para encontrar
la simbiosis idónea entre tus
plegarias y cada fin al que te
he destinado e inscrito.

Atrapados en un grano de tiempo,
abandonados como árboles milenarios
a la mezquindad del hombre,
sólo espero contar con el apoyo
de alguna fuerza cósmica, quizás de
un Dios rebelde, que tenga a
bien encausarnos armónicamente
hacia el fin de lo que ahora pienso,
a base del placer inabarcable de lograr
que cada noche no demos las gracias por
todo,
aunque sería suficiente que fuese
sólo por algo en concreto, por ejemplo,
por aquel beso en mis ojos agotados.

Derrumbada ante mí como un
racimo de tentaciones desconocidas,
anuncias el apocalipsis, el comienzo
del reinado de la tierra. Y todo en ti
se vuelve amazonas, inenarrable,
más poderoso que todas la religiones
unificadas bajo una misma plegaria.

Mi gula es infinita cuando maduras,
por tu olor a tierra mojada y fértil
que despunta hacia el calor que en
mi boca se dilata cuando tus
laberintos se resuelven en mis yemas.

Así deambulo por este final,
ávido por perdurar más allá de
nosotros mismos.

                                                                                     

lunes, 28 de julio de 2008

El acantilado





Cada vez nos rodean
más conjeturas siniestras;
surgen de un tiempo
enfermo donde los minutos
se enconan y se
dividen inagotables,
corrompiendo días,
invirtiendo expectativas,
coartando amaneceres.

Ven aquí, un poco más cerca,
abrázate a mi espalda
como si nunca nos
hubiésemos defraudado,
asómate a esa playa lejana,
serena, nebulosa, aquella
al final de este furioso
acantilado; cementerio
de vivos irreconocibles.

Sí, éramos recolectores
de olas, eruditos en ilusiones.
Pero no quiero volver,
tan sólo retómame,
y oirás de nuevo el mar
en tu ventana, bailarás
desnuda sobre la arena
desde tu bañera.
saldrás de mí como agua
fecundadora y todopoderosa.


                                                                                          

jueves, 24 de julio de 2008

El pueblo incierto (X)



Rápidamente retrocedimos unánimemente ante el miedo más despiadado, ese que entra por los ojos sin pedir permiso, e irrumpe endemoniado y sin hacer escalas en los intestinos. Me pregunté cómo habían podido imitar la apariencia y el comportamiento humano con tal grado de perfección. Me acerqué todo lo que pude a las bisagras y escuché como deliberaban en voz baja, seguramente en su idioma porque no pude entender nada. Después, un sonido estridente se fue acercando, parecía como si arrastraran un mueble pesado sin acabar de levantarlo del suelo, efectivamente, estaban bloqueando definitivamente mi salida del cuarto. La puerta se había convertido en una barrera casi inexpugnable entre dos mundos intolerantes. Aún aislado logré oír a alguien decir vehementemente: ya lo tenemos, llamad enseguida a al policía. ¿A la policía? me pregunté, si cabe, aún más sorprendido. Una de dos; o los alienígenas estaban licenciados en antropología y clonación humana, o bien eran personas, ciudadanos, habitantes autóctonos de este desconcertante lugar, quizás habían regresado al unísono de algún tipo de acto masivo a las afueras del pueblo. -De todas formas sería todo un detalle evolutivo que en momentos tan angustiosos hubiésemos perdido la capacidad de hacernos este tipo de preguntas sin respuestas, y que acaban de sumirnos en la más completa zozobra emocional- Intenté tranquilizarme, esperé a que llegara la policía, entre otros motivos porque no tenía otro remedio, y eso era una causa aplastante. Entonces se aclararía todo, como mal mayor me tendrían retenido en comisaría unas horas, y luego cogería el primer medio de transporte, o tal vez el que llegara más lejos, para escapar de esta pesadilla de una vez por todas, y para siempre…

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lunes, 21 de julio de 2008

La fe


A veces,
en el ocaso de algún momento
vano,
en ciertos días sin mundo,
la vida parece despuntar
con cierto sentido.
Y sin saber la causa
volvemos a sentir y a sentirnos.

Atravesé el atrio de ese
instante
con la inquebrantable fe de un
resucitado moribundo,
buscando con la premura
de un adolescente virgen,
la forma menos ilusoria de
perdurar en la esperanza,
hasta que me adopten, de nuevo,
tus labios.

Quizá mi demérito provocó
tu decadencia; te fue vistiendo
de hastío, conformando de piedra,
enterrándote en la densidad de las
horas cuando de ellas nace el
tiempo intacto, casi cadáver.

Aquí me encuentro encaramado,
asido al optimismo, seguro de nada,
aceptando al que fui, y agradecido
por el que pueda ser mañana.

He de alcanzar la cota errante
donde la vida te ofrece todos los
límites sin condiciones ni
consecuencias:
allí la armonía todo lo vestirá
de largo, el sonido de mis palabras
te condenará a comprender lo
que siento, la noche caerá cuando
del día todo lo hayamos tomado,
el silencio dará paso a tus secretos,
y la oscuridad me abrigará ante tu
imagen borrosa, como ausentándose
tentadora.

Por un instante, lo mejor de vivir
es la tortura de esperarte,
sin saber por qué, ni hasta cuando,
ni donde.


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jueves, 17 de julio de 2008

WALL-E

No suelo hablar de una película antes de verla, y menos aún antes de su estreno en España, pero teniendo en cuenta los estudios de los que proviene, y después de leer críticas como estas, me van ustedes a permitir que, al menos, me sienta especialmente optimista ante la inminente llegada de esta cinta a nuestros cines. Con antecedentes como Toy story, Monster Inc, Los increíbles y Ratatouille, sería un catástrofe casi apocalíptica que este trailer no fuese la antesala maravillosa de una nueva obra de arte. Vean



lunes, 14 de julio de 2008

La cita eterna



Ayer fui a un hospital acompañando a un familiar que iba a someterse a unas pruebas, aprovechando que era el lugar donde se tramitan las citas para diferentes especialidades, pregunté a la funcionaria de información si podía decirme cuánto suelen tardar en realizar una prueba de alergia, ya que recientemente había solicitado una. Ella, sin vasodilatarse periféricamente ni mostrar el más mínimo pudor me contestó que sobre unos dos años. Yo había escuchado rumores - aunque siempre los consideré leyendas urbanas sin la más remota rigurosidad – de que rondaba el año de espera, pero dos años sonaron en mi cabeza como un eco del más allá. Mis cejas se arquearon, y un par de sílabas flojas y aéreas se me escaparon conformando un “hooostia”. La señorita exhibió una tímida sonrisa que adornó a una frase ensayada: “sabemos que es mucho tiempo, pero es que estamos saturados”. ¡Ya! contesté, pero dígame, si en el plazo de espera me muero, fuese o no, causa de una patología asociada a la alergia, ¿tendría que comunicarlo? La pobre recepcionista no sabía qué grado de ironía influenciaba a mis macabras palabras, y con unos labios ambiguos, atribuibles a la propia Mona Lisa me contestó que no haría falta. Me quita usted un peso de encima señorita, le comenté, entonces, hemos acordado que debo aguantar los síntomas dos años y un día ¿no? Aún más arrinconada entre sus hombros ella me contestó que sí, que esa era la media de espera en estos momentos. Le pedí que no dudara en adelantarme si alguien desistía de su fecha por falta de tiempo para reaccionar, o por cualquier otro motivo, por muy peregrino que éste fuera. La administrativa sacó pecho y me dijo, ¡cómo no! cuente usted con ello.
No sé si le caí simpático, o tal vez sólo fue por compasión, pero una semana después me llegó una carta citándome para la prueba sólo un mes después de hablar con la diligente funcionaria. ¿Era justo que uno de los últimos en la lista de espera disfrutara de esta posición de privilegio? La verdad es que no tengo muy claro si la situación es para alegrarse, o para echarse a llorar sin frenos.

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