Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

lunes, 5 de noviembre de 2012

Big Bang

 
…Y si lo piensas lo suficiente nada importa demasiado,
lo único seguro es el macabro deambular entre las mismas galaxias
y la eterna duda cualesquiera sean las conclusiones.
Somos NEOS en órbitas paralelas e infinitas que,
incapaces de urdirlo sin argumentar la extinción,
necesitan un fortuito y devastador Big Bang que logre
armonizarlo todo, eso o polvo inocente de origen pero,
¿de dónde la gravedad para erigir de nuevo un caos como éste?,
eso o desintegrarse —dicta la vida que aún nos quiere—
Así que unamos estelas, enfrentemos trayectorias y evoquemos
todo el amor que creímos inabarcable…

martes, 18 de septiembre de 2012

Las aventuras de Pablo en el faro. Las salamanquesas (III)


 
seguramente los mayores de toda la tapia ya que era el lugar más privilegiado para cazar insectos, el más alto e  iluminado. Uno de ellos acababa de atrapar a una gran polilla gitana que aún intentaba, sin el menor éxito, mover sus alas para escapar. El otro sólo observaba impertérrito, nunca sabré si era más sabio o más lento de reflejos.
Medio metro antes de llegar a la pared se detuvieron. Pedro fue elevando la red lentamente por el eje de su cuerpo, como si fuese la lengua de un camaleón gigante fue ascendiendo hacia el farol de la izquierda. Cuando la red llegó a la altura justa se detuvo, parecía estar intentando hipnotizar a su presa. La salamanquesa, que ya había engullido por completo la polilla parecía estar en trance, mezcla de placer y somnolencia. Pedro miró a su hijo, éste asintió confirmándole que estaba preparado para entrar en acción. En cuanto su padre volvió la cabeza hacia la tapia pegó con fuerza la red a la pared enmarcando macabramente la huída del reptil. Antes de que la salamanquesa sopesara la nueva situación Pablo le propino un disparo certero de agua a gran propulsión que hizo que ésta, en su intento desesperado por huir, resbalara y cayese rendida  al fondo de la red. La mirada que intercambiaron padre e hijo en ese momento fue uno de los fenómenos más simbióticos y armónicos con los que la naturaleza nos podía obsequiar. Me pregunto por qué nuestro anacrónico instinto se empeñaba aún en sobrevalorar este tipo de acciones totalmente innecesarias para nuestra supervivencia. Éramos los cazadores por excelencia, el paradigma de la evolución. Aunque nuestro fin no fuese sobrevivir ni el final de los reptiles fuera una trágica desaparición,  el alarde de facultades nos convirtió por un momento en el pico de la cima de la cumbre mas distinguida en la historia de la selección natural. Fuimos la meta, el destino, el puerto inequívoco donde hubiese atracado el Beagle.          

lunes, 3 de septiembre de 2012

Las aventuras de Pablo en el faro. Las salamanquesas (II)


 
 
El camino se bifurcaba en dos ramales, el de la izquierda conducía en primavera entre azahares y esquimo hasta el pueblo, el de la derecha, flanqueado por majestuosos cipreses que peinaban el cielo, nos llevaba como levitando hasta la gran cancela del camposanto. El olor y la quietud, sutilmente agitados por la brisa, hacían que las salamanquesas de aquel lugar fuesen especialmente confiadas. No solía pasar mucha gente de noche por allí, tan sólo Juan el sepulturero cuando se le olvidaban las llaves de su casa o la cartera. Después de su parada en el bar “Los resucitados”, tenía por costumbre registrarse para comprobar que, con el efecto del vino, no se dejaba nada olvidado en la tasca. Así lograba cubrir también el despiste de su actividad sobrio y sobrevalorado.
Dos grandes faroles de forja estilo colonial iluminaban la entrada, de uno a otro se podía leer, en solemnes letras de azulejos negros que daban sentido al arco de medio punto donde se enmarcaba la barroca cancela, “CEMENTERIO”. Como si pudiera tratarse de otro lugar. Antes de llegar se pararon en uno de los bancos que había entre los cipreses para preparar las herramientas. Pablo llenó la pistola de agua, hizo un ensayo para comprobar que estaba en condiciones óptimas, agujereó la tapa de la caja de zapatos para dotarla de ventilación, finalmente sostuvo el gran palo del caza reptiles para que su padre pudiese  examinar el buen estado de la red. Todo estaba perfecto, incluso se podría decir que hasta la noche, con todo el misterio que contiene, estaba predispuesta a  pasar a la acción. Pedro cogió el caza salamanquesas y se lo pego al cuerpo para disimularlo, se acercó a la verja lentamente sin hacer ningún tipo de aspaviento ni de ruido. Pablo iba siguiéndolo como si fuese su sombra, todo para no romper aquella armónica soledad reinante. Dos grandes reptiles dominaban la entrada,

lunes, 13 de agosto de 2012

Las aventuras de Pablo en el faro. Las salamanquesas (I)



Como todos los veranos Pablo esperaba con impaciencia la llegada de cada  lunes. Su padre le había encomendado hacía tiempo la delicada tarea de preparar los aperos necesarios para salir de noche a la captura de salamanquesas. Así que, en vacaciones, el lunes pasaba a ser, con diferencia, el mejor día de la semana, aun más que un sábado de zoo en primavera. En cuanto desayunaba empezaba el acopio y revisión de todos los útiles: llenaba una botella con cinco litros de agua; comprobaba el buen estado de una especie de cazamariposas pero con la red bastante más pequeña y el palo mucho más largo; hacía prácticas de tiro con su gran rifle de agua, su padre aseguraba que era especial para esa misión y que tuvo que esperar que se lo hicieran en China y,  por último, preparaba una caja de cartón, normalmente de sus zapatos, para meter a las criaturas nocturnas.

Esta era una actividad que nadie practicaba y por ello presumía ante sus amigos contándoles con todo detalle en qué consistía el arte de atrapar vivos a esos reptiles de ojos hipnóticos y manos pegajosas. No podía haber un ser más feliz que Pablo cuando su padre asentía al cerciorarse de que, gracias a él, todo estaba listo para iniciar con garantías el safari. Si existiese alguien más feliz explotaría mientras ascendía al cielo.

Uno de esos lunes, después de cenar colocaron todos los avíos en un pequeño carrillo de mano, Pablo y su padre bajaron la escalera de caracol sosteniendo entre los dos el carrillo en el aire. Ahora les esperaba un buen paseo hasta el pueblo, leves inconvenientes de vivir y trabajar en un faro. El primer edificio que aparecía en el horizonte de aquel oscuro pero sereno camino era el cementerio, precisamente su primer destino. El papá de Pablo nunca le infundió ningún temor referente a los muertos: —están muertos, y ahora forman parte de la tierra, de los árboles y de la hierba, y nadie los puede ya molestar, ni ellos pueden incomodarnos —le decía—.

jueves, 7 de junio de 2012

El espíritu


Al menos, siempre está el
televisor para socorrer al disimulo
de pensar que no es suficiente con
hacerlo para satisfacer a un espíritu
erudito, seguramente extraviado
de otro cuerpo: perpetuo feliz al
aspirar a la limosna de lo
que ya es por el mero hecho.


Me incita a reflexionar desde el
instinto, incluso, mientras duermo,
me alecciona en metafísica, lo que
en mí sólo resultan pesadillas.
Si fuese digno de él diría que
me amenaza con negociar con
sus homólogos del báratro
cómo sacarme algo de provecho.


En ese noble intento vuelve a
desfallecer,
de nuevo todo afán elevado se
precipita al
limbo
ante el deseo encarnado en una
acogedora mujer desnuda, o el alarde
de un virtuosismo instrumental
adquirido sin mérito.


Así no es fácil si quiera aparentar.
¡Ojalá!, mientras posamos en este
óleo de almas impresionistas:
una frente a la tele y la otra, a mi lado,
difuminándose, donde quiera que esté,
el deseo y el azar nos sintonicen y
acabemos alcanzando, mártires si
es preciso a orgasmos, la forma de
trascender airosos a todo lo que hayan
colonizado nuestros labios hegemónicos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Sonríe



Aquí todo es idóneamente definitivo
e incorruptible, inasible para los
recuerdos y tangibles expectativas,
como si lo contrario hubiese sido
creado por aviesos seres ajenos.




Aquí se es sin temer transcurrir,
siendo fin sin origen ni decadencia.
Estar es imprescindible y apenas
importa.



 
No sentir, ahora, mientras tu sonrisa
ensombrece cualquier sombra,
es el recóndito temor que se cierne
desde cada palabra cargada de
alevosos precedentes.



Así que callemos y sonríe hasta
que el miedo sea vestigio o
no haya existido nunca.






lunes, 23 de abril de 2012

La incógnita




       Estoy seguro de que debe haber
                                      algo grandioso entre tú y yo con
                                      serias posibilidades aún de triunfar,
                                      aunque todavía no intuyamos qué,
                                      cuándo, ni por qué.


       Debe haber algo grandioso entre
                                      tú y yo que aún pueda triunfar,
                                      aunque todavía no sepamos qué.
                                     
                                   
                                     Hay algo entre tú y yo que puede
                                     triunfar y no sabemos qué.


       Entre tú y yo algo puede triunfar,
                                      pero qué.


       Entre tú y yo algo triunfó.


       Tú ALGO yo.


        ALGO.

lunes, 9 de abril de 2012

La ira, el último vestigio de la esperanza (VII). Mañana

De madrugada, en un lugar impensable, con una compañía insospechada, sentadas en un sofá pasado dos décadas de moda, se encontraban dos almas sin rumbo y sin tener la más mínima idea de los derroteros que iban a tomar los acontecimientos inmediatos. Mientras caía como del cielo este coro maravillosamente perturbador:

                        Lacrimosa
                                                                       Lacrimosa dies illa
                                                                    Qua resurget ex favilla
                                                                    Judicandus homo reus.
                                                                    Huic ergo parce, Deus
                                                                        Pie Jesu Domine
                                                                   Dona eis requiem, Amen.

—Bien Víctor, ¿Qué te gustaría hacer por la mañana?
—No se puede decir que no vayas al grano. No sé, esperaba averiguarlo a medida que avanzara nuestra conversación.
—Pues de qué te gustaría comenzar a hablar.
—Te encuentro algo tensa, como si hubiese un protocolo que seguir. No tenía nada concreto para empezar a hablar pero, puede ser de cualquier cosa, de lo primero que se nos ocurra. Por ejemplo, dime: ¿te gusta esta música o prefieres que ponga otra parecida? Perdona pero con el tiempo me he vuelto de un luctuoso corrosivo.
—No, el Réquiem me parece una buena elección, es lo que necesitamos los dos, un descanso, no eterno, pero lo suficientemente sosegado para contemplar en qué nos hemos convertido, e intentar reconducirnos.
—Escuchando su grandiosidad no me cabe duda de que Mozart terminó dedicándose esta última composición. ¿Crees que él también se arrepintió de lo que acabó siendo?
—La verdad, creo que sabía que era uno de los grandes genios de todos los tiempos. Si se arrepentía de algo era de no haber contado con una salud del mismo nivel que su genialidad musical aunque,  más que arrepentirse se lamentaría porque no pudo hacer nada por evitarlo.

lunes, 2 de abril de 2012

Adiós


Se precipitan
                            caducas  
                            las palabras
                            que más necesito
                            ahora, casi
                            inéditas,
                            obviadas
                            mientras algo
                            las definía.
                            Te, cae
                            desperdiciada
                            como una hoja
                            desprendida
                            en primavera y,
                            quiero, ni siquiera
                            es inteligible en su
                            podredumbre.
                            Perdóname, se
                            desploma
                            como estiércol de labios
                            sobre hastío de espera.
                            Incluso ¡hola!,
                            no soporta
                            que la exclamen
                            más de una sílaba,
                            restando una
                            lastimera
                            interjección otoñal.
                            Me brotan
                            enredaderas
                            de despedida que
                            asfixian al resto de
                            signos que se hunden
                            en un sopor de
                            selva,
                            y el vigor del musgo
                            nos avoca a
                            las sombras.
                            Sobrevivo del
                            humus que deja toda esta
                            ausencia.
                            Adiós.

viernes, 16 de marzo de 2012

Reptiles


¡ ¿Estás?!
Más bien pronto alguien o algo
hará que reptemos por las alcantarillas
por abandonarnos
                                          inconclusos.
Sé que es una amenaza dispersa, quizá
hasta utópica —sobre todo para el que con
el suicidio espera invocar la salvación—
pero, también lo fue embarcarnos en
nosotros sin estar dispuestos a engrosar
esta caricatura de paraíso prometido,
tan terrenal como histérico, tan
idílico como, a la postre, resignado.

El tiempo que nos sucede debe ser
como la vida de un caracol invernado.
Es una mano vacía desintegrándose
en el seno de un tiempo jamás añorado.

¡¿Estás ahí?!
Dime, como si todo esto aún no nos
hubiese acaecido, ¿lo que fuimos debió
ser muy grande cuando aún nos compensa?
Espero que incluso este poema, por alguna
química de supervivencia, tenga sentido para
explicar algo imprescindible, o para alguien.

lunes, 27 de febrero de 2012

Nuevo día


   Comenzar de cero se está convirtiendo en
                          la única forma de prevalecer, como si todo
                          se corrompiese al experimentarnos.


   Empecemos hoy un nuevo día sin hilos
                          ni migajas que jalonen retrocesos al singular.
                          Olvidar se parece en nosotros demasiado a
                          sobrevivir, a descansar sobre una mullida
                          nada
                          a punto de eclosionar en un todo reprochable.
                         Aun merecedores, no deberíamos amar
                         temiendo, como te quiero sobre todo ahora,
                         por lo de estar in fraganti, además en verso.
                         Del estiércol brotaremos aún más bellos,
                         más efímeros quizá, más o menos eso o
                         algo que desconozcamos y que sirva para 
                         nivelar lo real y lo deseado, como querer
                         zanjar esto definitivamente con esta frase.
 

   Pero estás tú y lo que piensas luego…Y lo
                          que soy por ello…Y lo que seremos de pronto
                          tras un beso espontáneo sabiendo todo lo
                          que no ha pasado desde el último abrazo.


jueves, 16 de febrero de 2012

Carnívora realidad


Te hablo en minúscula desde una ventana
en el ático de los silencios, contemplando
como te alejas vagando queriendo acercarte.
En diminutos deseos interruptus te escribo,
que nacen devorados por la carnívora
realidad.
Recito acrónimos pensamientos en tu taciturna
inercia que enajenan intenciones de
caricias.
Hasta esto lo sabrás sin leerlo.
No puede haber nada más y menos romántico
que reconocerlo sin decirlo.
Lo siento… Espero que no tengas la capacidad
de imaginar
cuánto.
 

lunes, 30 de enero de 2012

Soledad erecta


Algún día —mal visto lo intemporal para desnudarte
en algún súbito momento con el aire que origina
la sed hasta que es razonable penetrar en esta
noche persiguiéndote con la avidez de un bonobo—,
como levitando —jamás vi levitar a nadie pero
ha de ser justo como cuando te imagino ahora
posándote sobre mis vellos: eterna bienvenida a
lo extremo—,
desde el abismo hasta la cumbre de un mismo
deseo inefable —lo ubico en la inmensidad para
poder abrazarte en algún lugar inconcreto con la
calidez que desprende acariciar lo impalpable
hasta conseguir sentirlo aún más adentro—, 
estarás —de eso estoy seguro aunque no pueda
concretar ni cuándo ni cuánto ni por qué—,
pero, mientras tanto, continua manifestándote
exultante ante mi erecta soledad.

martes, 17 de enero de 2012

Extraña de Pablo Navidad la (II)


De acuerdo, pensó Pablo, creer que era el día de Reyes es fruto de mi imaginación e impaciencia pero, no dejaba de ser Navidad, ¿quién y por qué había retirado todos los adornos navideños del salón?
Escuchó ruido en la cocina, seguramente eran sus padres desayunando, miró la hora en el reloj de pared, las cinco de la mañana descartaba la opción del desayuno. También se podría tratar de una banda de ladrones vampiros que roban la ilusión concentrada en la decoración navideña para repartirla en su ciudad subterránea. O quizá fuesen los mismísimos Reyes Magos que alertados por el estruendo de su carrera habían escapado por la cocina arramplando con todo en su huida.  Pero la angustia no lo acorraló hasta que consideró que lo más probable es que hubiese despertado dentro del último de sus sueños —no era la primera vez que le ocurría, ahora tendría  que encontrar la forma de volver a quedarse dormido lo antes posible dentro de esta pesadilla. La última vez tardó dos días en conseguirlo, ya que, huyendo de una tribu de caníbales en el Amazonas no le resultó una tarea fácil conciliar el sueño—. Sin duda, la opción más lógica sería subir sigilosamente las escaleras, meterse en la cama y contar ornitorrincos como le aconsejaba siempre su padre, hasta quedarse dormido —no sabría explicar por qué esa recomendación de su papá le parecía cada vez más una broma a su costa—
Así lo hizo, así lo intentó, quiero decir, porque en cuanto subió el último escalón no pudo reprimir la instintiva e inexplicable tentación de echar un último vistazo sobre sus pasos observando perplejo como un grupo de enanos, o nomos, o duendes estaban intentando llevarse un piano de pared que había sido el regalo de Reyes de sus padres el año pasado, y que él consideraba el mejor regalo que jamás habían hecho. No podía quedarse allí sin hacer nada mientras esos ladrones de cuento le quitaban parte de su presente y, ahora también, de su pasado.

domingo, 1 de enero de 2012

Extraña de Pablo Navidad la (I)


Los siete años de Pablo lo hacían demasiado pequeño para comprender del todo lo que significaba la Navidad y el por qué de lo que en ella acontecía. Demasiado pequeño para evitar que con el paso del tiempo eso dejara de suceder. Para él la Navidad era un árbol adornado con delicadas figuras que ya no podía desmantelar sin esperar terribles represalias de sus padres, el mismo Belén de siempre en el mismo solemne e inadvertido lugar, y unas calles llenas de luces de colores: unas imitando objetos y criaturas celestiales, otras eran figuras irreconocibles o abstractas de las que le gustaba pensar que eran personajes del infierno reclamando su porción de felicidad —si existían era porque Dios lo permitía, aunque el motivo fuese inescrutable, y por ello sería de una crueldad imposible de atribuir a Dios privarles por completo del espíritu navideño—.

El día de Noche Vieja era un día como otro cualquiera si no fuese porque, sorprendentemente,  el resto del mundo no pensaba cómo podrían saltarse el tiempo que sobraba entre fin de año y Reyes. Las horas de caracol que se arrastraban hasta que por fin descubría materializados sus deseos eran innecesarias, infinitas, pegajosas, definitivamente prescindibles. No sabía qué idear para conseguir que esta noche fuese la última. Suspiraba profusamente cada vez que se imaginaba acostándose agotado después de tragarse enteras casi todas las uvas, y despertando poco después rodeado de regalos.
Pensaba que esa sería la forma ideal de transcurrir el tiempo: concentrar las fechas donde somos felices y eliminar el resto. Así que después de festejar la entrada del nuevo año con su familia se fue a la cama deseando con todas sus fuerzas que el tiempo le regalase sus horas y avanzase hasta la mañana del seis de enero. Lo deseó con tanto afán que en cuanto despertó salió corriendo escaleras abajo en busca de los paquetes que estarían sin duda alguna a los pies del árbol de navidad. En cuanto dejó de mirar los escalones que bajaba de tres en tres y alzó la cabeza comprendió que algo incomprensible ocurría, su sonrisa fue menguando, sus ojos recorrían todo el salón frenéticamente como buscando aire para respirar. ¿Dónde estaba el árbol, las guirnaldas, el belén? Se preguntaba cariacontecido...

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