Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

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Moda poética (ediciones limitadas)

domingo, 1 de enero de 2012

Extraña de Pablo Navidad la (I)


Los siete años de Pablo lo hacían demasiado pequeño para comprender del todo lo que significaba la Navidad y el por qué de lo que en ella acontecía. Demasiado pequeño para evitar que con el paso del tiempo eso dejara de suceder. Para él la Navidad era un árbol adornado con delicadas figuras que ya no podía desmantelar sin esperar terribles represalias de sus padres, el mismo Belén de siempre en el mismo solemne e inadvertido lugar, y unas calles llenas de luces de colores: unas imitando objetos y criaturas celestiales, otras eran figuras irreconocibles o abstractas de las que le gustaba pensar que eran personajes del infierno reclamando su porción de felicidad —si existían era porque Dios lo permitía, aunque el motivo fuese inescrutable, y por ello sería de una crueldad imposible de atribuir a Dios privarles por completo del espíritu navideño—.

El día de Noche Vieja era un día como otro cualquiera si no fuese porque, sorprendentemente,  el resto del mundo no pensaba cómo podrían saltarse el tiempo que sobraba entre fin de año y Reyes. Las horas de caracol que se arrastraban hasta que por fin descubría materializados sus deseos eran innecesarias, infinitas, pegajosas, definitivamente prescindibles. No sabía qué idear para conseguir que esta noche fuese la última. Suspiraba profusamente cada vez que se imaginaba acostándose agotado después de tragarse enteras casi todas las uvas, y despertando poco después rodeado de regalos.
Pensaba que esa sería la forma ideal de transcurrir el tiempo: concentrar las fechas donde somos felices y eliminar el resto. Así que después de festejar la entrada del nuevo año con su familia se fue a la cama deseando con todas sus fuerzas que el tiempo le regalase sus horas y avanzase hasta la mañana del seis de enero. Lo deseó con tanto afán que en cuanto despertó salió corriendo escaleras abajo en busca de los paquetes que estarían sin duda alguna a los pies del árbol de navidad. En cuanto dejó de mirar los escalones que bajaba de tres en tres y alzó la cabeza comprendió que algo incomprensible ocurría, su sonrisa fue menguando, sus ojos recorrían todo el salón frenéticamente como buscando aire para respirar. ¿Dónde estaba el árbol, las guirnaldas, el belén? Se preguntaba cariacontecido...

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