Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

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Moda poética (ediciones limitadas)

lunes, 21 de enero de 2013

Las aventuras de Pablo en el faro. Las salamanquesas (IV)



Ahora le tocaba el turno a su vecina, seguía inmóvil como si desde que llegamos sólo se hubiese preocupado por observar todo lo que ocurría. Mi padre se colocó frente a ella pero, en cuanto empezó la maniobra de ascenso de la red, la salamanquesa avanzó un par de metros situándose justo en el lugar donde atrapamos a la otra. Bueno, tener que rectificar la posición no era la primera ni la última vez que nos sucedía. Volvimos a intentarlo y justo cuando el caza reptiles alcanzaba la altura idónea el saurio escaló con solvencia situándose a una altura fuera de las posibilidades de nuestra infraestructura bélica.
—Apunta y dispara —dijo mi padre sin apartar la mirada del réptil como si se tratase de un duelo táctico a la altura de Napoleón—.         
—Está demasiado alta papá, si fallo se asustará y pasará definitivamente al otro lado de la pared —le contesté mientras apuntaba cambiando nervioso de posición buscando el mejor ángulo de tiro—
Mi padre insistió en que reanudase las hostilidades, apreté con tanta fuerza el gatillo que el agua salió del rifle a la velocidad de la luz. El blanco apenas pudo intuirlo y sufrió un impacto tan brutal del líquido elemento bajo sus mandíbulas que volteó todo su cuerpo y lo abandonó a su suerte en el aire. No me pregunten por qué pero todo sucedió a cámara lenta: El lagarto distorsionando su cuerpo en busca de un lugar sólido donde asirse; el agua del disparo cayendo aún impresionada sobre nuestras cabezas; mi padre intentado calcular el lugar exacto donde nuestra víctima caería en la red; la luz de los faroles dotando de una magia casi extinguida a la noche; y yo, extasiado, contemplando la perfección de aquella escena de la que fui desencadenante y a punto de haber sido protagonista.
Pero todo se truncó, teniendo en cuenta sólo nuestras expectativas, cuando un segundo después la salamanquesa tomó un gran impulso con su cola y, como en un milagro bíblico, fue ascendiendo con sus patas por las gotas de agua que caían hasta llegar de nuevo a la pared.


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