La ira, el último vestigio de la esperanza (II)
Decide echar los cacahuetes, almendras y avellanas dentro del botellín de cerveza, a modo de cubitos de hielo que, de nuevo, se olvidó de preparar. Su decadencia está a punto de ceder el sitio a la desesperación cuando, por una falta de previsión imperdonable, los frutos secos obstruyen en el cuello de la botella la impetuosa salida de la cerveza hacia su alquitranada boca, y la miseria que logra esquivar el dique lo hace, si cabe, aún más caliente y con sabor a rancio. Con una decisión de apariencia irreprimible hizo el ademán de tirar el botellín de cerveza contra la parte de la casa donde pudiese ocasionar más daño —un comportamiento muy común que intenta, hundiéndose voluntariamente aún más en la mierda, despertar la compasión de los ajenos y el arrepentimiento de los seres queridos, por la influencia con la que hayan podido contribuir a su infortunio. Al final tuvo los segundos suficientes para darse cuenta de que estaba sólo, y que la auto compasión constante ya era suficientemente denigrante para infundir la compasión de algún ser superior, sin tener que recoger, encima, todo el destrozo que provocaría estrellando su pena en la fragilidad de su entorno.
Recostado en el sofá, haciendo todo lo posible para no pensar en nada que le concierna y además le importe, logra detener su atención en un documental sobre células madre. Se pregunta qué sentido tiene querer alargar una vida de la que desperdicia la mayoría del tiempo. Y si mañana, por agradables circunstancias, no pensara así, por qué esa posibilidad de la que ha disfrutado varias veces, y padecido después, no le influye ahora ni un ápice.
Recostado en el sofá, haciendo todo lo posible para no pensar en nada que le concierna y además le importe, logra detener su atención en un documental sobre células madre. Se pregunta qué sentido tiene querer alargar una vida de la que desperdicia la mayoría del tiempo. Y si mañana, por agradables circunstancias, no pensara así, por qué esa posibilidad de la que ha disfrutado varias veces, y padecido después, no le influye ahora ni un ápice.
Enhorabuena por la edición, no es fácil. Felicidades.
ResponderEliminarUn saludo.