De...
De levitar sobre la noche como
un colibrí extasiado de néctares,
terminé reptando por días desérticos
—después de resecarnos otorgando
relevancia a todo lo asignado—,
blanco idóneo para tormentas de
espectrales imágenes sublevadas.
de soñar con la realidad que era,
pleno por la inercia de su influjo,
caí abatido por la inoperancia de
un tiempo inimaginable que se cernía
sobre el brote de cada expectativa.
Gravitar absorto en la órbita de su
silencio no fue una maldición
predecible, ni se la deseo a nadie,
no por humanidad, más bien por
viles celos: la posibilidad de perder
lo muerto cuando es lo único que
queda vivo en una memoria ruinosa…
¡Se me oxidaron tantos te quiero!
Una responsabilidad abrumadora para un
misántropo que, aun reconociendo que
su ausencia fue un demérito injustificable,
se consuela imaginando que lo entiendes,
que sabes que lo siento, intensamente,
en sus dos acepciones, hasta siempre.
El silencio suele ser corrosivo para los te quiero.
ResponderEliminarUn beso
He vuelto a tu morada atrapada por las palabras... regresar ha sido enriquecedor...
ResponderEliminarsaludos desde la distancia
Ledeska
Me agrada mucho me visites y dejes plasmado algo de ti... saludos cordiales...
ResponderEliminarLedeska
qué bueno volver a leerte...
ResponderEliminarivi...
Es muy bello lo que escribes Antonio, se siente en el alma tu poesía y los deseos de volver a leerte siempre.
ResponderEliminarBesos desde el Sur.
REM
Es cierto, hay que ver lo corrosivos que llegan a ser los "tequieros" oxidados, nos deja el alma hecha un desguace
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