El abrazo fúnebre
El abrazo fúnebre de otro
lunes frío y regurgitado hace
que se desvanezcan mórbidas
las horas sin que eches de
menos ni un segundo.
Nunca estuviste en ellas,
jamás te besé en sus momentos
ni me erigiste en eróticos instantes.
Sólo respiramos y asentimos
tan lejos como muertos el
uno
del
otro.
Para ser relativo, el tiempo
es un sicario demasiado preciso
cuando se estanca en la boca,
indigesto e insípido,
como el desecho de la historia.
Para ser inexorable,
testigo imparcial y asilo ecuménico,
cada vez que nos traspasa sin
provocar legado ni consecuencia,
se define como traición y pecado,
heredero del vacío, vanguardia del
lunes frío y regurgitado hace
que se desvanezcan mórbidas
las horas sin que eches de
menos ni un segundo.
Nunca estuviste en ellas,
jamás te besé en sus momentos
ni me erigiste en eróticos instantes.
Sólo respiramos y asentimos
tan lejos como muertos el
uno
del
otro.
Para ser relativo, el tiempo
es un sicario demasiado preciso
cuando se estanca en la boca,
indigesto e insípido,
como el desecho de la historia.
Para ser inexorable,
testigo imparcial y asilo ecuménico,
cada vez que nos traspasa sin
provocar legado ni consecuencia,
se define como traición y pecado,
heredero del vacío, vanguardia del
suicidio que somos sin esperanzas.