La increíble hormiga pensante (II)
Aunque logró recuperar algo de esperanza pensando que, seguramente, nunca había estado en esa tesitura. Ella esperaba, condenada a una cruel pasividad, que volvieran antes de que la sangre de aquel maldito árbol se petrificase por completo fusionándose con ella para siempre, y la amputación fuese el único remedio. Ahora que podía pensar, lo hizo preguntándose por qué no lo había hecho antes. ¿Por qué no sabía cuánto tardaba en solidificarse del todo la savia? ¿Por qué nunca calculó el tiempo que tardaban en regresar al hormiguero? Estaba descubriendo otro mundo en el peor de los momentos, y en la más lamentable de las situaciones. Aunque gracias a ello tendría, si existiesen, muchas más posibilidades de sobrevivir.
Ante la hormiga todo parecía cobrar un nuevo sentido, mágico, diría si pudiese. Por ahora sólo atinaba a compararlo con esos extraños pensamientos que apenas intuía, a veces, cuando despertaba.
Comenzó a sentir frío. La noche se estrellaba y la templanza del aire desaparecía entre las desgajadas nubes. La pérdida de temperatura de su cuerpo era una desagradable sensación que sí reconoció de inmediato, y que asociaba , casi exclusivamente, al momento exacto de abandonar la cacería, y al regreso a la seguridad del hormiguero.
Dos horas después seguía sin haber rastro de sus compañeras. En su tristeza aprendió que el tiempo era más soportable cuanto más ajeno eras a su existencia, y que el frío podía llegar a ser mucho más intenso que el hambre o que el ardor guerrero de las Siafu...
Ante la hormiga todo parecía cobrar un nuevo sentido, mágico, diría si pudiese. Por ahora sólo atinaba a compararlo con esos extraños pensamientos que apenas intuía, a veces, cuando despertaba.
Comenzó a sentir frío. La noche se estrellaba y la templanza del aire desaparecía entre las desgajadas nubes. La pérdida de temperatura de su cuerpo era una desagradable sensación que sí reconoció de inmediato, y que asociaba , casi exclusivamente, al momento exacto de abandonar la cacería, y al regreso a la seguridad del hormiguero.
Dos horas después seguía sin haber rastro de sus compañeras. En su tristeza aprendió que el tiempo era más soportable cuanto más ajeno eras a su existencia, y que el frío podía llegar a ser mucho más intenso que el hambre o que el ardor guerrero de las Siafu...
Pues lo lleva claro, si está esperando que sus hermanas lleguen a por ella...
ResponderEliminarEl instinto de supervivencia las retraerá.
Un beso.
Estupenda esta continuación.
ResponderEliminarFantástica.
Un abrazo.
La sigo, pero queremos más jajaja
ResponderEliminarsaludos y un abrazo!
Bonito e interesante
ResponderEliminarrelato.
Espero su continuación.
Agradezco tus pasos
por mi xanela y tus
amables comentarios.
Un saludo y un abrazo.
Esto me ha recordado a Kafka, el punto de vista de la hormiga se hace paralelo al del humano. Saludos!
ResponderEliminarUn arrebato Kafkiano lo tenemos todos, lo extraño es que a veces llegamos a sentirnos cómodos percibiendo el mundo desde su lado más salvaje.
ResponderEliminarUn abrazo