La ira, el último vestigio de la esperanza (III). Dormir
como si toda experiencia maravillosa que se pudriera por la raíz sin terminar de desarrollarse plenamente fuese sobreseída para el resto de uno, cuando el resto es un inmenso agujero negro desde la perspectiva de una nave abandonada a su influjo de acantilado. Llega incluso a considerar como opciones igual de interesantes, ante la inminente victoria del sueño, tanto la posibilidad de despertar con una voluntad renovada e inquebrantable, como la de no hacerlo nunca más. A las tres de la madrugada despierta con un agudo dolor de cervicales, se incorpora intentando mitigar el malestar masajeándose la nuca, se levanta bastante aturdido tratando de llegar al dormitorio y tropezando con todos los muebles posibles en el camino. En cuanto presiente la cama se desploma sobre ella, enciende la luz, activa la alarma del despertador, la del teléfono móvil y la del reloj de pulsera —lo último que desea es encontrar la razón de por qué cada noche se tortura con esa forma de servidumbre tan mesurable, así que casi no lo hace—. El dolor de cabeza no lo deja conciliar el sueño, cambia de posición iracundo pensando en cómo afrontaría esa situación una persona que en sus mismas circunstancias aún fuera optimista. De hecho, conocía a más de una que estando en condiciones mucho más lamentables que las suyas, daban gracias cada mañana por el simple hecho de amanecer con posibilidades, como si la vida fuese un regalo y no una imposición. ¿Qué íncubo gen estaba sodomizando a su instinto de supervivencia? ¿O quizá todo se debía a inconfesables traumas de la infancia, a los cuales no tenía el placer de recordar? Demasiadas incógnitas para una capacidad de raciocinio tan mermada. Llegó a una conclusión simple y no por ello fútil: tenía dos opciones: podía esperar a que, en una de las posiciones que tomara, el dolor de cabeza remitiese, o bien tendría que levantarse para tomar un analgésico.
Curiosa foto la que acompaña tus palabras, siempre tan interesantes!
ResponderEliminarUn besote