La historia más triste de la historia (XLII). La nueva relación
Quería despertarlo pero, no tener la menor idea de cuál sería su reacción después de una noche tan apasionada como compartida, era algo que la perturbaba más a medida que sus neuronas interaccionaban. Por un momento le rondó la idea de vestirse en el aire y volver a casa sola pero, le costaría tres vidas encontrar una explicación coherente para tal acto todavía incalificable. Se levantó con sumo cuidado, como si huyera por una nube que se deshace al alba. Entró en el cuarto de baño, se refrescó la cara profusamente invitando a sus ideas a fluir por la corriente, fue inútil. Decidió ducharse abandonándose a la imposibilidad de prever su destino, por muy inmediato y concreto que éste fuese. El sonido del agua cayendo sobre el silencio de María despertó a Carlos. Sin voluntad alguna, como si fuese una función vital involuntaria, lo primero que recordó en su estrenada consciencia era el cuerpo desnudo de María haciendo un ángulo perfecto aferrado al suyo. Contoneándose frenéticamente conteniéndolo como una diosa en pleno alarde de poder y veleidad. Él también se encontraba atenazado. Su nueva relación era como la llama de un papel: tan breve como intensa, tan reciente como lejana después de la frontera de lo improbable. Definitivamente optó por la acción menos traumática: seguiría en la cama hasta que ella volviera. Avalado por la imprecisión del despertar la abrazaría levemente y le daría los buenos días acariciando con sus labios su frente húmeda. El sonido del agua desalojándola cesó. Él la esperaba de espaldas a la puerta del baño para evitar el reto que supone un intercambio de miradas. Diez minutos después salió vestida, despacio, con el cabello aún goteando, se sentó en su lado de la cama mirando fijamente a nada, resignada a dejarse llevar por sus instintos. Se recostó, ladeo su cabeza hacia su compañero como entregándose a la incertidumbre de aquel expectante presente.
Todas las relaciones, hasta las más aparentemente diversas ocultan algún secreto de nuestro inconsciente, a veces repetido, que muchas veces no nos atrevemos a asumir. Un abrazo.
ResponderEliminar