Cuentos eróticos: Lola (III)
Desistí de cualquier intento por contribuir a lo que fuese
que estuviese creando aquella asilvestrada criatura, de hecho, dejarme llevar
por ella ya lo consideraba como la consumación de una realidad inimaginable
dentro del mejor de mis lascivos sueños que, además, coincidía con el mejor de
cualquiera de mis sueños.
Reptó por mi espalda, noté la cópula y el vacío de cada poro
invadido o abandonado, como cada vello se aferraba a mi piel resistiéndose a
perderla. Descansó su cabeza sobre mis nalgas separándolas con su nariz como
intentando enterrar algo, avanzó parsimoniosamente por ese tajo virgen y un punzante
frío acuoso apareció como si su boca contara con una estalactita que iba arando
y refrescando a la vez una zona desértica y baldía hasta entonces, preparándola
para algo tan insospechado que atraía sin límites. Fue descendiendo,
electrificó mi escroto, mi respiración expulsaba sangrientos fuegos artificiales,
sonidos tan enigmáticos que ya han dejado de haber existido de nuevo. Con sus
palmas en mis muslos cerró mis piernas y siguió avanzando con sus garras y su
gélida boca por las fallas de mi cuerpo hasta llegar a mis talones, terminó de derramar
el hielo de su boca en las plantas de mis pies, abrió sus piernas y empujando
sobre mis temblorosos gemelos se sentó, me asió por los tobillos y levantó mis
pies hasta hacer rozar ligeramente las plantas heladas por lo que adiviné que
debían ser sus pezones, la oí suspirar como si fuese el primer aliento de un
resucitado…
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