La historia más triste de la historia (XXII)
María se cubrió la cara con sus manos —era un gesto del que abusaba últimamente—, respiró como si fuera a sumergirse en un maremoto, intentando contener con extrañas muecas sepulcrales y parpadeando con inquietud de colibrí, el inminente y masivo desembarco de lágrimas. Pero sus hombros cada vez más replegados sobre el pecho y el sonido de su nariz haciendo lo imposible por retener el tsunami, presagiaban el contundente triunfo de la efímera belleza sobre la trascendencia de la palabra.
Cuando Andrés adivinó que estaba llorando, bajó su maleta del altillo y le dijo:
–Me voy, créame cuando le digo que más allá de lo que usted haya podido interpretar en mi actitud, hacerla llorar es la antípoda de todo lo que le deseo.
–Espere, quédese por favor, no haga que me sienta aún peor por haber tenido con usted una reacción tan desproporcionada e injusta. Debe comprender que me encuentro al borde…
–No hace falta que intente explicarme su estado, es evidente que algo o alguien, o todo, la está asfixiando a cada paso que intenta dar hacia adelante. Estoy dispuesto a permanecer en silencio, a cambiar de asiento, a quedarme, a contarle un cuento, lo que usted precise no tenga reparos en ordenármelo.
–De momento cállese, permanezca atento por si me vuelvo a despeñar, luego ya veré que hago con usted.
María esbozo una tímida sonrisa que hizo que el tren fuera despacio para que, quien pudiera, la disfrutase durante más tiempo.
–Será un placer para mí como jamás podré describirle, si ello contribuye a conservar las ascuas de esa sonrisa.
–¿Ya no recuerda que le he ordenado callarse?
–Ni media más.
Cuando Andrés adivinó que estaba llorando, bajó su maleta del altillo y le dijo:
–Me voy, créame cuando le digo que más allá de lo que usted haya podido interpretar en mi actitud, hacerla llorar es la antípoda de todo lo que le deseo.
–Espere, quédese por favor, no haga que me sienta aún peor por haber tenido con usted una reacción tan desproporcionada e injusta. Debe comprender que me encuentro al borde…
–No hace falta que intente explicarme su estado, es evidente que algo o alguien, o todo, la está asfixiando a cada paso que intenta dar hacia adelante. Estoy dispuesto a permanecer en silencio, a cambiar de asiento, a quedarme, a contarle un cuento, lo que usted precise no tenga reparos en ordenármelo.
–De momento cállese, permanezca atento por si me vuelvo a despeñar, luego ya veré que hago con usted.
María esbozo una tímida sonrisa que hizo que el tren fuera despacio para que, quien pudiera, la disfrutase durante más tiempo.
–Será un placer para mí como jamás podré describirle, si ello contribuye a conservar las ascuas de esa sonrisa.
–¿Ya no recuerda que le he ordenado callarse?
–Ni media más.
Muy bueno...Me ha gustado.
ResponderEliminarMuchos besos.
me gustó tanto que borré la "protesta" que había escrito hace unos segundos. y sólo puedo decirte algo que es el lema de una de mis hijas " el amor lo puede todo".
ResponderEliminarla imagen es demasiado grande para tan poquito texto. solo cargas demasiado a tu blog.
ResponderEliminar¿no que te ibaS???
ResponderEliminarPaso amigo ya que hace tiempo que no me llegaba por este, tu mundo. Me gustó mucho el relato. Abrazos cálidos!!!
ResponderEliminarSolo la presencia de otro puede hacernos seguir el viaje, no hacen falta palabras, solo la seguridad de tener alguien cerca.
ResponderEliminarUn beso.
ES una historia muy bonita y bien escrita. Me ha gustado mucho la imagen de que el tren va mas despacio para que la sonrisa dure más y pueda ser disfrutada más tiempo.
ResponderEliminarBesos selváticos.
jajaja!!!!
ResponderEliminarMe gusta mucho.Capitulo a capitulo.
Es una linda y muy buena historia.
Te dejo un abrazo inmenso
Si no he leído "La historia más triste de la historia" antes de salir de vacaciones, me arrancaré los ojos.
ResponderEliminar¡He dicho!
Estaré ausente por un pequeño espacio de tiempo, pero antes de marcharme quise comprobar que era tu penúltima entrada. esta historia es bellísima.
ResponderEliminarUn saludo, poeta.
"La vida es como un viaje en tren"...
ResponderEliminarTodos somos María y Andrés... :)
Ya sabía que no te habías ido, es que ni quise comentar.
ResponderEliminarMe pegas cada susto que vamos.
En cuanto a la historia de hoy, la más triste de la historia, me encariño con ese personaje, no puedo evitarlo.
Un besitoooo muy fuerte.
La última vez que me derrumbé en un tren sólo me miró una chica asustada, pero le sonreí tras las gafas de sol y me volví hacia la ventana...
ResponderEliminargracias por pasar por mi blog, un verdadero placer descubrirte en el tuyo!
Ahora la última entrada es ésta jaja ¿verdad? me alegro que la anterior no fuese la última del todo, encantada de volverte a leer.
ResponderEliminarUn beso.
Me alegra mucho saber que hay El Fin de los Tiempos para largo!!!
ResponderEliminarEstoy muy ansiosa por saber como continúa esta historia y me encanta que sea la imágen de Monica/María quién adorne cada capítulo.
La música impresiona. Sublime
Gracias por tu visita y el comentario que dejaste en mi blog.
Besos
REM
Hermoso me a gustado
ResponderEliminarUn abrazo
Noe
Gracias por la compañia navegante...
ResponderEliminarGracias por la invitación. Aquí estoy, veo que publicas una historia que se ya va por capítulo XXII, la leere con calma.
ResponderEliminarHe echado un vistazo a tu blog y me gusta, prometo visitarte más a menudo si me lo permites.
Un saludo
Quizás en todo viaje la soledad nos lleve a la contradicción de no querer hablar sin querer quedarnos solos.
ResponderEliminarDebe de ser lo difícil de la comunicación en medio del deseo de hacerlo.
Un abrazo.
Hola,me gustaria que pasaras por mi blog para recoger algo que pienso que te mereces.
ResponderEliminarUn besito con cariño.