Un cortijo andaluz: Francisco el de la huerta (I)
Francisco el de la huerta era un jornalero, un trabajador del cortijo donde sobrevivieron, con más pena que gloria, muchas familias, entre ellas, la de mis padres, durante la eterna dictadura de Franco. La finca era una de tantas que tenía repartidas a modo de castillos feudales por toda Sevilla, un gran terrateniente de Andalucía. Cárceles para necesitados y analfabetos de la posguerra, que no tuvieron la más mínima oportunidad para cambiar el rumbo de sus vidas. Por una limosna y un techo que les cobijara, trabajaron en los años cuarenta, cincuenta y sesenta, de sol a sol y de lunes a lunes. Todavía, cuando mis padres recuerdan las penalidades y carencias de aquella época, se refieren a los dueños y familiares del cortijo, como señoritas y señoritos. No sabrían de qué otra forma llamarles. Señorito, una palabra de origen sumiso, es al cabo de los años, simplemente un apellido inseparable para reconocer a alguien rápidamente.
Francisco era pequeño, casi mulato por la gracia del sol, enjuto y arrugado como un higo desfondado por los pájaros, pero con la energía y la vitalidad de un chaval virgen de veinte años, los nervios, decía mientras parpadeaba sin parar, no le dejaban vivir. Cuando yo lo conocí estaba a punto de jubilarse. No sé qué papeles le faltaban, ni a expensas de qué administrativo del señorito se encontraba, pero sí recuerdo esta historia, digna de los habitantes de Macondo…
Francisco era pequeño, casi mulato por la gracia del sol, enjuto y arrugado como un higo desfondado por los pájaros, pero con la energía y la vitalidad de un chaval virgen de veinte años, los nervios, decía mientras parpadeaba sin parar, no le dejaban vivir. Cuando yo lo conocí estaba a punto de jubilarse. No sé qué papeles le faltaban, ni a expensas de qué administrativo del señorito se encontraba, pero sí recuerdo esta historia, digna de los habitantes de Macondo…
la verdad es que la epoca de la posguerra fue muy dura, y pienso en los problemas que tubieron que afrontar y esos problemas era la falta de comida, de ropa, de zapatos, de sumisión... una época que no debemos olvidar para no repetirla nunca mas
ResponderEliminarTu escrito me hizo acordar a una hermosa película: Los santos inocentes.
ResponderEliminarLa verdad que la época de la guerra fue dura, pero mucha gente olvida también la posguerra, que debió ser tremenda.
ResponderEliminarLas historias que me contaba mi abuelo... ainsss pobre!!!
Muakakiss
Sí, sin dudas, lo que acebo de leer me recordó a un personaje de Macondo!
ResponderEliminarSaludos, linda semana para vos!
quise decir "acabo de leer"
ResponderEliminarTu historia me es familiar. Supongo que por que mis abuelos, de sevilla, hace muchos años tuvieron que trabajar muy duro para sobrevivir y sacar a la familia hacia delante...
ResponderEliminarhoy todo es distinto, pero siguen existiendo los señoritos...
Un besote
Te lo he dicho en mi blog, pero te lo vuelvo a repetir aquí...Me ha sorprendido gratamente leerte. Pienso que lo haces muy bien.
ResponderEliminarMe he ido también a tus primeras entradas en Diciembre del 2006. ¡Comenzamos a la vez! :D
Francisco era pequeño, casi mulato por la gracia del sol, enjuto y arrugado como un higo desfondado por los pájaros, pero con la energía y la vitalidad de un chaval virgen de veinte años, los nervios, decía mientras parpadeaba sin parar, no le dejaban vivir.
Me quedo con ese párrafo: perfecto.
Un saludo.
Ummm qué gusto de sitio. Te sigo leyendo :)
ResponderEliminarMi madre vivió su infancia en una fabrica de harina, donde los niños corrían libres pero ayudando en las tareas como un obrero más, mi padre en una finca, donde mi abuelo desempeñaba funciones de todo tipo y donde el señorito venía, como en los santos, de caza y con las amigas...Hubo un tiempo en que a los trabajadores se les pagaba con subsistencia.
ResponderEliminarLa primera vez que leo tu blog. Prometo seguir visitandote.Me ha gustado, yo también soy andaluz.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
P.D.Dios quiera que no vuelvan esos tiempo.
Sí... he vivido esos nombres en mi infancia. Mi madre, mujer de campo extremeño, solía referirse así a los "señoritos" de su pueblo.
ResponderEliminarA mí me sublevaba, supongo que fue ahí donde se despertó mi conciencia de clase.
Me sigue sublevando, la verdad...
Vaya, llegué hasta aqui desde Elbereth y también quedé gratamente sorprendido. Espero que el relato continue; muy evocador y cierto, desgraciadamente cierto.
ResponderEliminarUn saludo
Entiendo perfectamente la historia y la siento muy cercana porque la familia de mi madre vivió en un cortijo. Estaré pendiente a mi regreso de la continuación.
ResponderEliminar--
Saludos.
Los personajes de Macondo son dignos de gobernar este mundo... Magnífico García Marquez
ResponderEliminarMagnífico tú
Un saludo
Hola Lanobil de nuevo, me alegro de volver a pasar por aquí y ver que lo hago justo cuando empiezas un nuevo relato, lo seguiré de cerca pues promete :)
ResponderEliminarSalu2
Interesante descripción, es bueno conocer realidades que no son tan lejanas...me gustó tu estilo en la narrativa, voy a linkearte desde mi blog de poesía, si no hay objeción.
ResponderEliminarUn gran abrazo desde el aun invernal Chile...la primavera, desde lejos, extiende sus brazos florecientes...
Sigamos interactuando.
Buen texto... bastante Garcíamarquiano, es verdad.
ResponderEliminarCariños!!!!
Me ha gustado mucho la primera parte. Yo también me quedo con este párrafo:
ResponderEliminarFrancisco era pequeño, casi mulato por la gracia del sol, enjuto y arrugado como un higo desfondado por los pájaros, pero con la energía y la vitalidad de un chaval virgen de veinte años, los nervios, decía mientras parpadeaba sin parar, no le dejaban vivir.
Buenísimo.
Ya tengo ganas de leer la segunda parte.
Un beso
Es la primera vez q leo tu blog y tienes razón, recuerda mucho a Macondo!!!!!
ResponderEliminarMuy buen trabajo con tu blog, espero puedas leerme y opines.
- El mat, ojalá no olvidemos nunca.
ResponderEliminar- Gabriela, esa película es una de mis favoritas.
- Hariel la posguerra fue mucho más larga que la guerra, así que..
- Y para ti mejor, Evan
- Por desgracia, lluna.
- Gracias Elbereth, la perfección no me define precisamente.
- Cuando y cuanto quieras, lamala..
- Lucas lo has definido perfectamente.
- No volverán, Doncel
- Y a mí, los pasos que...
- Seguro que sigue, y seguro que es cierto y penoso, Deikakashu
- Aquí estaré Goathemala
- Gracias por colocarme en la misma frase que a G. Márquez, Matía
- Susana, aquí te espero
- Es un honor Eduardo.
- Mallén, espero que te guste la segunda parte.
- Don't worry, ya estoy en ello.
- Seguro que sí, Leisa
Mi querido Lanobil,
ResponderEliminarMuy dura esa época, la conozco sólo de leerla, pero me da tristeza por todos mis hermanos españoles que sufrieron tanto.
Me encanta cómo narras todo.
Muchos besitos.
La de veces que me han contado mis padres (sobre todo mi madre), cosas de la guerra y la posguerra... tanto que me parece que la he vivido.
ResponderEliminarTu post ha revivido mis recuerdos.
Saludos