La historia más triste de la historia (V)
Decidí tomarme un litro de café, por calcular una medida de antemano, porque seguramente me bebería la cantidad necesaria para intentar escribir toda la noche, aunque llegase a un mar. Este lugar no era precisamente un hervidero de acontecimientos interesantes o inesperados, y prácticamente era imposible que se cumplieran, como ahora, los dos atributos en un mismo hecho y tiempo. Puse mis manos sobre el teclado como si fuesen tormentas a punto de descargar el diluvio universal. Su intrigante imagen me recorría los brazos, la fuerza de sus caderas me golpeaba el pecho, y sus rizos alborotados prendían de la noche como péndulos mágicos que invitaban a bacanales de misterio y a banquetes de inefables sueños. Aquella noche no podía haber escrito nada que no estuviese relacionado con imaginarla, con intentar desentrañar su profética llegada a mi agnóstica vida. Escribí durante cinco horas con sólo un café, su efímero recuerdo le bastaba a mi sangre para ir jugando desde mi cerebro a mis manos, desde el monitor al cielo convertida en plegaria.
De repente alguien me tocó en la cabeza, era ella intentando despertarme, me había quedado dormido encima de las teclas. ¡Qué vergüenza! me incorporé tan enérgicamente que me tambaleé en la silla, al intentar asirme al mostrador dejé caer la cafetera, con la desgracia de que fue a impactar junto a su insigne figura, abriéndose en el golpe y rociándola desde la cintura a los pies. Me quise morir cuando contemplé su falda ocelada de café, sus piernas salpicadas de pegajosas oscuridades, y sus zapatos albergando medio litro de mi torpeza, ahogando sus dedos entre las medias, y haciendo burbujas en cada uno de sus pasos…
De repente alguien me tocó en la cabeza, era ella intentando despertarme, me había quedado dormido encima de las teclas. ¡Qué vergüenza! me incorporé tan enérgicamente que me tambaleé en la silla, al intentar asirme al mostrador dejé caer la cafetera, con la desgracia de que fue a impactar junto a su insigne figura, abriéndose en el golpe y rociándola desde la cintura a los pies. Me quise morir cuando contemplé su falda ocelada de café, sus piernas salpicadas de pegajosas oscuridades, y sus zapatos albergando medio litro de mi torpeza, ahogando sus dedos entre las medias, y haciendo burbujas en cada uno de sus pasos…
Bello,muy bello
ResponderEliminarcomo todo lo tuyo!
♥♥♥besos♥♥♥
Date prisa en publicar el siguiente capítulo"porfa"...Ya estoy "enganchada"
ResponderEliminarUmmm...me encanta esta historia!
Saludos
Nos has dejado con las ganas...
ResponderEliminar¿? Esperaré impaciente el desenlace. Un beso
Muchas Felicidades por este libro! Seguro que tendrás mucha suerte!!
ResponderEliminarUN besote
Que tengas mucha suerte con tu libro y que no sea el último.Gracias por la visita te la devuelvo y volveré más.
ResponderEliminarUn saludo.
Cris.
Bona nit..vecino..hola encantada de aterrizar en este blog..muy interesante un escritor real..no como yo que mas bien garabateo..
ResponderEliminarPásate cuando gustes y espero que tenga muchísima aceptación tu libro
enhorabuena..Un café???aunque después de un litro..no se..yo
Se me ocurre decirte ¡Genial! La verdad es que tu prosa es tanto o más bella que tu poesía, y ambas conservan ese enigmático lenguaje que te adentra en la profundidad. Tu inspiración me ha recordado un relato que escribí hace tiempo, en el que hubiera necesitado un mar de café o/y una insigne figura parecida a la tuya. Pero mejor no te digo lo que encontré para inspirarme. Por supuesto hablo de los personajes de la historia, si es que éso es posible.
ResponderEliminarEs un placer leer tu blog.
Y enhorabuena otra vez por tu libro.
Qué artista :_)
ResponderEliminar-Mia. Como todos tus comentarios.
ResponderEliminar-Angy. ahora mismo lo estoy ecribiendo.
-Arantza. yo también estoy intrigado.
-Lluna. Eso espero, con vuestra ayuda.
-Cris. Siempre tendrás un lugar en el fin de los tiempos.
-Inkilina. Gracias por el café, me ayudará a seguir escribiendo.
-Media luna. Espero leer ese relato tuyo.
-Someone. ¿Donde?
DESPIERTA, JODER
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