La historia más triste de la historia (IX)
Ricardo, el hijo del carnicero de la plaza de abastos, cuya madre murió trágicamente cuando él ni siquiera había dejado la teta, fue criado estrictamente en la fe católica por su padre; cada oración, cada pecado, cada mandamiento fue grabado en su memoria tan firmemente que acabó siendo el rasgo predominante de sus genes, ahorrándose cientos de años de evolución gracias a la contundencia con que su progenitor cortaba, con grandes y afilados cuchillos, las piezas de carne mientras lo aleccionaba, como si fuese una sangrienta penitencia. Desde muy joven hacia cada domingo funciones de monaguillo, así que se consideró con la potestad suficiente para tomar las riendas de aquella satánica situación en nombre de su devoción, se armó de valor e ira y propuso enfrentar la imagen mesiánica de Don Jesús a la que parecía ser la fuente de todos sus males, María. Para ello llevaron la cruz hasta el final del parque, justo a la falda de la pequeña colina que conducía a la casa de mi amada, hicieron un agujero en la tierra, entre todos plantaron el roble sagrado con la imagen del sacerdote mirando hacia el balcón. Ricardo, seguido e imitado por todos, extendió los brazos recreando la postura del cura, miró lo más alto que pudo, por encima incluso de las estrellas, y adaptando uno de sus pasajes bíblicos preferidos a las circunstancias, dijo: Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu perdón. Dinos, ¿qué debemos hacer para expulsar el mal de este humilde pueblo?
Paradójicamente, visto desde mi ventana, aquella pavorosa escena recreaba fielmente un camposanto, hecho de cruces humanas que parecían abrir la eternidad de sus almas a la voluntad de María…
Paradójicamente, visto desde mi ventana, aquella pavorosa escena recreaba fielmente un camposanto, hecho de cruces humanas que parecían abrir la eternidad de sus almas a la voluntad de María…
hola compañero de letras, pedí tu libro a la editorial, por cierto y o también publicaré pronto
ResponderEliminarsaludos
Despues de leer una más de tus historias paso a informarte de como conseguí tu libro.
ResponderEliminarMi primera intención era comprarlo a mi paso por Madrid pero me fue imposible. Decidí comprarlo en Valencia y no lo encontré. Finalmente opte por pedirlo a la casa del libro de Madrid contra reembolso. Y a partir de ahí...
No dije nada sobre "cuando me matas" por si los lectores podían pensar que era poco serio lo de tanta repetición. Hay mucho más que repetición. Cosas como esta:
Siempre está presente tu ausencia
y aun muerto recuerdo el
olor a espuma y sudor de tu cuello
entregado a mis mandibulas.
Un saludo.
Fran
cuando menos lo necesito