La historia más triste de la historia (XXXIII)
En el aplastante silencio de aquella madrugada María recordó una frase que Milagros pronunció en el bar, en su primera toma de contacto. No recordaba el contexto exacto pero, ella exclamó un “...de la acera de enfrente, como siempre”, ese “como siempre” no logró interpretarlo en ese momento pero, ahora, mientras le recorría una amenazante sensación, lo atribuía, con fijación enfermiza, a su condición sexual.
─Milagros, no quiero pecar de indiscreta pero tengo que preguntarte algo y espero que me creas merecedora de tu sinceridad. Puede que sean elucubraciones mías pero necesito saberlo. ¿Eres lesbiana?
Un silencio aún más intenso ahogó respiraciones y pulsos en la oscuridad que las separaba.
─Pues sí, pero no me creerás tan superficial como para enamorarme de ti en tan sólo una semana. No he disfrutado tanto de tu compañía por mi homosexualidad. Mis mejores amigas son heterosexuales. Sería injusto que reinterpretaras todo lo que hemos vivido juntas porque ahora sepas que soy lesbiana.
Fue la mentira más desesperada que —con el paso de los años y los hechos— Milagros jamás utilizó para intentar retener un amor que se desangraba antes de estar vivo.
María acentuó su habitual posición fetal mientras lloraba, conteniendo el estruendo de su pesar para no despertar en Milagros la necesidad de consolarla. Definitivamente —pensó secándose las lágrimas con la sábana— no tenía la capacidad de infundir a nadie una relación de amistad. ¿Cómo podría afrontar el hecho de recibir de todo el mundo y en todo momento sentimientos tan radicales como el amor o el odio, el desinterés o el paroxismo en cada sentido? ¿Por qué no puedo abandonarme a la seguridad y al sosiego de una amistad que no se corrompa en el tiempo ni en la carne?
─Milagros, no quiero pecar de indiscreta pero tengo que preguntarte algo y espero que me creas merecedora de tu sinceridad. Puede que sean elucubraciones mías pero necesito saberlo. ¿Eres lesbiana?
Un silencio aún más intenso ahogó respiraciones y pulsos en la oscuridad que las separaba.
─Pues sí, pero no me creerás tan superficial como para enamorarme de ti en tan sólo una semana. No he disfrutado tanto de tu compañía por mi homosexualidad. Mis mejores amigas son heterosexuales. Sería injusto que reinterpretaras todo lo que hemos vivido juntas porque ahora sepas que soy lesbiana.
Fue la mentira más desesperada que —con el paso de los años y los hechos— Milagros jamás utilizó para intentar retener un amor que se desangraba antes de estar vivo.
María acentuó su habitual posición fetal mientras lloraba, conteniendo el estruendo de su pesar para no despertar en Milagros la necesidad de consolarla. Definitivamente —pensó secándose las lágrimas con la sábana— no tenía la capacidad de infundir a nadie una relación de amistad. ¿Cómo podría afrontar el hecho de recibir de todo el mundo y en todo momento sentimientos tan radicales como el amor o el odio, el desinterés o el paroxismo en cada sentido? ¿Por qué no puedo abandonarme a la seguridad y al sosiego de una amistad que no se corrompa en el tiempo ni en la carne?
Interesante, siempre me queda la duda, sería cierto? Me gustó el diálogo porque da margen a la imaginación. Felicitaciones. Hasta pronto, feliz inicio de semana.
ResponderEliminarsaludos antonio, pasaba por aki despues de un tiempo bastante liado con problemillas, sigo enganchado a tu blog amigo.
ResponderEliminarA veces resulta difícil mantener una amistad con alguien a quien te une "algo más"
ResponderEliminarY lo peor viene cuando deseas a tu amigo...coña! ahí ya...se fastidió todo.
Un beso grandote.
Muy bueno. Para meditar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tan antiguo como el universo humano... amigos y amantes solo es una combinación que funciona en la películas de Almodovar, y ni eso, hay cosas que desgraciadamente están destinadas al naufragio sin remedio... Somos, en el fondo, tan egoístas...
ResponderEliminarCuando deseamos algo podemos llegar a ser lo mas absurdo y patetico del mundo
ResponderEliminarQue difícil es ser del todo independiente, tanto en la amistad como en el amor.
ResponderEliminarLo has hecho muy bien, felicidades, honor a quien honor se merece, ha sido un buen rato. Y gracias por las fotos de Monica, fue un tremendo taco de ojo
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