Todo sobre mi váter
Mi váter se mueve, como el universo
pero sin expandirse, cuando inmerso
en el fragor de la batalla olvidas el detalle, y las fuerzas diagonales e invisibles del estreñimiento te inclinan, el corazón te da un vuelco, lo que pudo ser un prometedor comienzo se ve reducido a un desesperado intento a favor de mantener el equilibrio.
El instinto de supervivencia -uno de los últimos que nos quedan- en una fracción de segundo hizo detener el parto residual, provocó que mi pierna y mi brazo buscasen como extremidades de superhéroe el apoyo idóneo para poder contrarrestar a las fuerzas del mal, e incluso suspendió por iniciativa propia - una vez estabilizado- el propósito por el cual estaba allí sentado.
Igual que mi váter este país se mueve bajo la
influencia de varias fuerzas, la progresista que
intenta equilibrar las ambiciones personales
con las necesidades colectivas, afán que dada la
naturaleza humana peca de pueril, de ahí su giro al centro.
Y la conservadora, que prefiere evacuar a gusto
y como siempre, primero el hombre como Dios dispone.
Pero como esa perspectiva provoca vértigo,
también mueven su eje hacia el centro.
Y en ese centro nos encontramos todos, sin grandes
movimientos amenazantes, acomodados en el váter.
Por cierto, los rollos de papel higiénico
–por no generalizar- que se comercializan
en Andalucía, se están convirtiendo poco a poco
en agujeros higiénicos; el diámetro del agujero
aumenta en la misma proporción que el
valor de la vivienda, mientras que las capas
de celulosa casi se pueden contar en el tiempo
medio en que una persona media
-y a falta de revistas o instrucciones de uso-
sentada en un váter, acaba por suspirar.
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