La historia más triste de la historia (XIX)
El día anterior María llegó a la estación central aturdida, cargando con una maleta como si fuese una cruz de penitente. Ni siquiera recordó que podía valerse de la ruedas para desplazarla con mayor comodidad. Quería escapar absolutamente de todo y de todos, pero no sabía a qué lugar debía dirigir sus pasos para desaparecer por completo, y disponer, al fin, de una sosegada perspectiva desde la cual poder reflexionar, o abandonarse de una vez por todas a su pertinaz infortunio. Preguntó en información cuál era el primer tren en salir y cuáles eran sus destinos y sus paradas programadas. Después de un rato pensando inútilmente decidió que se apearía en el pueblo que más desconocido le pareciese, y como por el hecho de estar en la ruta del tren ya era demasiado famoso para su gusto, desde ahí se desplazaría a otra localidad aún más recóndita e incomunicada. Eso sí, dirección al sur, donde nació, desde el lugar en el que la felicidad decidió decirle adiós hacía ya un rosario de años.
Una vez acomodada en el tren —en su viaje a quién sabe qué remoto lugar salvavidas— sintió dilapidarse parte de su ansiedad a medida que sus doloridos pies se relajaban, y la distancia a la ciudad aumentaba. Suspiró varias veces para reafirmar que efectivamente había tenido el valor para huir, ladeó su cabeza hasta apoyarla en el cristal de la ventanilla, con los brazos abrazando su cintura se aferró cuanto pudo a una leve luz que generaba su determinación. Y se quedó dormida como un cachorro recién amamantado.
–Perdone señorita, tenga usted cuidado, está a punto de perder el equilibrio, no vaya a hacerse daño.
–¿Qué pasa? ¡Uf! Parece que me he quedado dormida. Lo siento, espero no haberle molestado.
–Usted no podría molestarme en ningún estado, mucho menos durmiendo.
Ese cumplido le sentó a María como si hubiese cenado una lengua de Dragón de Komodo en salsa de cianuro.
Una vez acomodada en el tren —en su viaje a quién sabe qué remoto lugar salvavidas— sintió dilapidarse parte de su ansiedad a medida que sus doloridos pies se relajaban, y la distancia a la ciudad aumentaba. Suspiró varias veces para reafirmar que efectivamente había tenido el valor para huir, ladeó su cabeza hasta apoyarla en el cristal de la ventanilla, con los brazos abrazando su cintura se aferró cuanto pudo a una leve luz que generaba su determinación. Y se quedó dormida como un cachorro recién amamantado.
–Perdone señorita, tenga usted cuidado, está a punto de perder el equilibrio, no vaya a hacerse daño.
–¿Qué pasa? ¡Uf! Parece que me he quedado dormida. Lo siento, espero no haberle molestado.
–Usted no podría molestarme en ningún estado, mucho menos durmiendo.
Ese cumplido le sentó a María como si hubiese cenado una lengua de Dragón de Komodo en salsa de cianuro.
Bien hallada! y bien venido tu también a mi trinchera!! Espero verte por allí y tener tiempo para pasearme por tu blog. De momento que sepas que por aquí estoy.
ResponderEliminarSaludos
Por cierto, el poema anterior, me encanta!! Asi que volveré!! jejej. Besos
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte con tu libro, un placer pasar por tu jardín en este espacio.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hummmmmmmmm, creo que me he perdido algún capítulo. Me obligas a quedarme, revoloteo por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Antonio, he venido a agradecerte tu visita a mi espacio y a conocer el tuyo. Tengo que venir con más tiempo para poder seguir la historia más triste de la historia, debo empezar por el principio. Te prometo que lo haré. También veo que tienes un libro. Un afectuoso saludo y seguimos en contacto.
ResponderEliminarEspero seguir la historia , esta muy atrapante ...Te dejo un abrazote !!
ResponderEliminarLengua de dragón en esa esquisita salsa de muerte, guau bonita figura. Me gusta Requiem Laudate Dominum MOzart
ResponderEliminarAsí que no molesta y menos dormida, eh!
ResponderEliminarUn beso.
Llego a este capítulo sin el contexto adecuado, pero puedo decirte que me ha parecido excelente y me deja la intriga de saber el desenlace de una frase de apariencia amable y de fondo envenenado.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y tu visita.
Un abrazo.
Enhorabuena por ese libro y mis mejores deseos para sus andanzas.
ResponderEliminarMe apetece seguir esta aventura triste, pero atrayente.
ResponderEliminarY un placer disfrutar de este remanso con música para dioses o diosas...
Cariñitos.
Monica Bellucci. ¿A quién le va a molestar?
ResponderEliminarPuede parecer grosero, pero voy a borrarte el comentario. No por nada en particular, sino porque es el comentario 14. Y me parecía una genial jugada del destino que esa entrada se me hubiera parado en 13.
¡Suerte con tu libro!
Tengo que venir con más tiempo Antonio , por que me gusta lo que cuentas , pero como no sé todavía por qué huye , me he quedado un poco intrigada de por qué le sienta tan mal ese piropo ...
ResponderEliminarUn beso .
Hola Antonio, acabo de leer el capítulo o el extracto de algo y creo que me he perdido algo...imagino que estas publicando algo por entregas....intentare mirar tu blog....me ha gustado mucho, me he quedado muy intriggado
ResponderEliminarMe está gustando la historia, volveré a seguirla. Hasta pronto.
ResponderEliminarMaría me tiene en un sinvivir...
ResponderEliminarValiente.
Hay que tene valor para huír a veces.
-Pilar. Es un placer tenerte paseando por aquí. Me encanta que te encante.
ResponderEliminar-María Jesús. Mi jardín siempre tendrá un lugar reservado para ti.
-Ágape. Posate donde te plazca.
-Belkis. Pasaré lista la próxima vez. No faltes.
-Indeleble. La historia no sería la misma sin tu lectura.
-Estrada. Ya eres un habitante ilustre del fin de los tiempos.
-Arantza. Otra sentencia a medias...
-Ybris. Espero que te pongas al día, la historia te requiere.
-Bárbara. Gracias por tú ánimo, me da alas.
-Begoña. Que te apetezca es suficiente para lograrlo. Fue creaca para eso.
-C.Chase. Mi comentario es tuyo, haz con el lo que quieras. Gracias por tu ánimo.
-Carlota. Ven con todo el tiempo del mundo, aquí siempre se te estará esperando.
-Luis Rocer. Sólo te has perdido 17entregas breves. YA sabes que puedes entrar sin llamar y cuando quieras.
-Jon Basto. Te estará esperando con impaciencia.
-Lunática. María necesita tu apoyo y tus comentarios desesperadamente.