Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

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Moda poética (ediciones limitadas)
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domingo, 21 de febrero de 2021

Qué hacer...

 


Alguien podría decirme qué

hacer cuando no sé si lo más

conveniente es continuar,

desviarme, o retroceder, 

de aquí, y de ahora...

jueves, 16 de abril de 2015

Prosélito

No puedo evitar que un día como hoy escriba algo como esto. Y así lleva sucediéndome toda la vida, y seguirá ocurriendo... Prosélito de un nuevo propósito de existir que busca la plenitud en cada acto, en todo gesto y mirada cómplice, me hallo. Y con esto que lleva pasándome en algún momento de cualquier día quiero dar testimonio de ello. Y aprovechar que ustedes pasaban por aquí para sacar provecho.



jueves, 1 de septiembre de 2011

Estaría dispuesto



Estaría dispuesto a todo porque el
                               tiempo no se pareciera tanto a lo que
                               mucho y muchos nos tememos que es:
                               un frenético tren vacío sin meta
                               que sólo invita a la oxidación.

Estaría dispuesto a todo porque
                               la espera no terminase convirtiéndose
                               siempre en la apoptosis de la
                               esperanza, evitando así reacciones.

Estaría dispuesto a todo porque
                               “estar dispuesto” fuese definitivo
                               o al menos determinante. Y que
                               “a todo” no excluyese todas las
                               palabras siguientes para algo.
 
                               Estaría dispuesto a todo por
                               saber qué decir del amor… Ahora.

En definitiva, estaría dispuesto a todo
                               salvo a renunciar a mi penitencia: la
                               auto flagelación con la que escribo
                               para compadecerme y,
                              de vez en cuando,
                              maldecirte.


jueves, 20 de agosto de 2009

Impotencia



Podría catalogarse dentro del selecto epígrafe de las soberanas impotencias que, sometiéndote a no saber decir y, omitiéndote hasta cuándo se ha de claudicar, crecen en la miseria del desconsiderado hecho de necesitar contar ahora, se convierten en un lastre de sinrazón: pesada carga neurotransmisora de palabras estériles, yerma experiencia, y enjuta imaginación.
Y aunque admitirlo sea sólo un consuelo de inepto resignado, que no lo sé, para no desentonar, termino reconociéndolo, por lo de “algo es algo”, y eso incluye las limosnas creativas y los ánimos de amables desconocidos.

lunes, 16 de marzo de 2009

Espacio reservado




ESPACIO RESERVADO PARA LA ENTRADA DEL DÍA 16/03/09





P.D.: En estos últimos días no he tenido la posibilidad de escribir. Puntualizo, en el breve período de tiempo útil del que he dispuesto, no he pensado en nada que fuese digno de narrar y compartir con vosotros. Miento, no he podido provocarme la constancia necesaria para desarrollar y profundizar sobre las escasas ideas de las que he disfrutado en este lapso tan somero de momentos libres. Desde el infierno —por fulero reincidente— me atrevería a aclarar que más bien no he trazado palabra alguna porque ni el tiempo, ni las ideas, y menos aún la voluntad, han tenido a bien congeniar en mí como yo deseaba. De hecho aquí os dejo la prueba.

lunes, 9 de marzo de 2009

Hay poemas...



Hay poemas que son jeroglíficos;
simples como un beso; con
la suavidad del semen; igual de
ásperos que el orgullo; la mayoría
aspiran con ánimo de indultado a
ser verídicos; con el ímpetu de la
savia de abril; adictivos como la
gula del poderoso; Qué os voy
a contar de los apocalípticos;
de los fanáticos; de los que le
hablan a Dios; de los que nunca
obtienen respuesta; de los
abandonados en cajones sin
ventanas; grandiosos como el mar;
perfectos como una gota.
Hay versos que forman poemas
más allá de las palabras; unos
hacen el aire entre los árboles;
otros paren el misterio en plena
oscuridad.


todos estos me los provocas menos este.
¿Qué será de lo escrito si no aspira a
consumarte, no se nutre de tu cuerpo,
y ni siquiera recuerdo —entre tu boca—
que existe?

jueves, 26 de febrero de 2009

La inspiración (Final)

Todo tipo de excusas disfrazadas de temores me colonizaban sin que les ofreciera la más mínima resistencia. ¡Ya está bien!, me dije, era el momento del gran duelo por conquistar una esquirla de arte; otra desesperada tentativa por perdurar más allá de un te quiero, de un suspiro, o de un perecedero papel. Cierro los ojos hasta acompasarme con mi pulso. Quiero recordar que podría ser algo como esto:

Al final te precipitas en el hambre;
y reúnes y deshaces, y formas parte
de cada lugar que sucumbe, de cada…

Demasiado eco, la esencia puede que subsista pero el olor aún es pobre, su génesis brillaba en lo extremo, quizá:

Al fin caes en la histeria del hambre;
y devoras y deshaces, y formas parte
de cada átomo que sucumbe…

Creo que era algo parecido, pero debo alimentarlo o yacerá para siempre inacabado, o parcheado en otro cuerpo y en otros sentidos.
Cierro los puños como si pariese, ¡puedo verlo!

Al fin caes en la histeria del hambre;
y devoras y deshaces, y formas parte
de cada átomo que sucumbe, de cada
imagen sagrada que se erige.
Al fin somos la causa de toda la belleza,
el por qué de los dioses. (1)

Caigo exhausto sobre el teclado, creo que ha sido niña, la más bella que pueda imaginar ahora, y será ninfómana como el deseo, pero antes deberá crecer libre en las gargantas…

(1) Fragmento del poema “La causa de la belleza” de mi poemario “Poemas de amor inmisericordes”

lunes, 23 de febrero de 2009

La inspiración (III)



Envuelta en un exuberante abanico de improperios, la silla maldita se rindió desencajándose ante mi desproporcionada reacción, teniendo en cuenta que en aquel cuarto de maternidad tan sólo mi memoria era merecedora de escarnio. La coloqué con ira en el lugar adecuado, me senté sobre ella descargándome con desprecio, resoplé como una manada de caballos en celo, y me recorrió un escalofrío ígneo desde el estómago hasta los dientes. Había llegado la hora, o era ahora o nunca sería lo que existió como una fe incipiente, una aparición divina con la que tendría que evangelizar al mundo, demostrando la grandiosidad de su doctrina como un profeta entre sedientos de versos.
Tomé aliento y mientras lo exhalaba rezaba para que aquella armonía de salvación volviera a extraviar mi mirada otra vez hacia el éxtasis, resucitando aún más bella a través de mi pusilánime trascendencia.
Temía tanto al fracaso como al recuerdo exacto. ¿Seguiría pareciéndome tan sublime con el paso de las circunstancias? ¿Podría continuar pensando a esa cota prácticamente desconocida? ¿Debería soportar quizá que alguien no la valorase a mi justa medida?...

jueves, 19 de febrero de 2009

La ansiedad, el placer, y la prostitución


Estoy aquí sentado, pensando, con el convencimiento de que el ansia de desearlo y la necesidad —que no el placer— de escribir algo para publicarlo mañana —ayer si lo estás leyendo hoy—, sean motivo suficiente para hacerlo. De hecho quizá ya lo esté haciendo. Aunque puede que acabe borrándolo todo. ¡Qué fácil resulta pulsar la flechita que blanquea de nuevo la pantalla!, y pensar aliviado que por empezar de nuevo, en otro momento más inspirado, conseguiré asegurarme algún que otro comentario que me compense. Y voy colocando una palabra tras otra imaginando que improviso con cierta solvencia. Pensando que de la nada se puede sacar provecho mientras muchos estéis pensando: ¡coño, a mí también me ha pasado! Francamente espero que no os prostituyáis sin antes comprobar que al final, el polvo en sí, lo hubieseis echado también gratis. No sólo no sé dónde me hallo, incluso me atrevo a aconsejaros como si fuese un aventajado en algo. Yo que ustedes me indultaría igual que a los locos confesos. Lo peor es que por mucho que me flagele sigo pensando que esto puede despertar interés, y que reconocerlo es mérito apto para ser tolerado. En fin, lo único seguro es la duda y el fin de esta agónica transparencia. Espero que no sea contagioso.

lunes, 16 de febrero de 2009

La inspiración (II)



...—una expresión de impotencia heredada, un desahogo en forma de irreverencia ante uno de los poderes indiscutibles que representaba la iglesia, en unos tiempos donde los cortijos andaluces eran aún reminiscencias de los castillos feudales— ya no recordaba que había tirado el sillón —nunca me convenció su ancestral ergonomía para piernas cortas y brazos rastreros de gorila— cuando se le independizó una de sus ruedas, sin que hubiera forma humana ni divina, incluso me atrevería a asegurar que alienígena, de volver a colocarla en el único lugar donde tenía sentido —una estrategia de venta como otra cualquiera, supongo—. Entonces entreabrí la puerta, allí estaba; siempre preparada; como un retén contra la pereza humana; la negra silla de invitados plegable. Miles de años de sobrevalorada evolución, y siempre erraba en el primer intento de desplegar su asiento redondo y con ese perpetuo olor a nuevo. La eternidad de estas palabras malabares, que repito mientras resbalan, que apenas si las comprendo de elevadas, depende en gran medida de mi lógica ante la oscura silla, ocultada sin piedad tras el tiempo empantanado que subsistía a la espalda de la puerta.
La así por el respaldo —no tenía tiempo que perder, y menos aún, ideas de un cierto interés— decidí ejercer la presión en el lado opuesto al que deduje en una primera valoración, ingenuamente creí que desobedeciéndome tan sólo una vez lograría romper la fatídica proporción de desaciertos. ¡Maldición, ni se ha inmutado la hija de puta! Antes de reconocer mi inoperancia, teniendo en cuenta que ese no era el tema, cargué mi ira sobre la supuesta inteligencia conspiradora del mueble…

jueves, 12 de febrero de 2009

La inspiración (I)



Después de todo el día constreñido por un tropel de palabras que aparecían y se desintegraban; malsonantes y raquíticas; indigentes, disyuntivas, soporíferas. Al fin encontré en la energía de una milésima de tiempo, la única combinación posible para que mi limitación atisbara levemente su belleza.
¡Rápido! Un bolígrafo…, un lápiz…, papel higiénico si es preciso. Todo el patio y sus habitaciones adyacentes parecían conspirar contra mi inspiración. Aquí no, aquí sí… pero no tiene tinta, en este lugar siempre había… ¿Le servirá este papel…? ¿Quedará feo el calendario de la cocina si…? ¡Joder!
Estaba perdiéndole el pulso, la frase era demasiado barroca y lo suficientemente amplia para que muriese fácilmente en su intento de deslumbrar al mundo por un medio tan austero como mis neuronas.
Aún creo que la podré reanimar si llego a tiempo al teclado. Subí de tres en tres los peldaños de la escalera —que no es un dato significativo si no se conoce la anchura de éstos, pero baste con decir que era todo lo que podía abarcar mi lamentable condición física— como hacía en el cuartel cuando, de recluta, el sargento aseguraba amenazante que el último en acostarse se quedaría el fin de semana sin pase pernocta. Llegué al escritorio desencajado, repitiendo la frase una y otra vez parecía un niño aleccionado por su madre para que le hiciera los recados sin equivocarse. ¡Me cago en el copón divino! (Continuará)

jueves, 18 de diciembre de 2008

A veces pienso



A veces pienso. Pero me resisto a creer que como consecuencia, sólo a veces existo.
En jueves como hoy, a veces lo escribo; sin considerar apenas si es necesario. Sin valorar si alguien lo está esperando; y entonces miento.
Lo único ineluctable después, es la imperiosa curiosidad de saber, qué pensarán ustedes de ello.

lunes, 27 de octubre de 2008

A veces escribo cosas



Hay días donde uno no sabe qué contar, gracias a mí, hoy no es uno de esos días. Aunque esté improvisando; un segundo antes de escribirlo ya soy consciente de lo que estáis leyendo.
Érase una vez. No, demasiado… Quizá: muchos años después. Definitivamente parece…
Hay momentos en que no sabemos como narrar de una forma original eso tan extraordinario que pensamos decir, y que queremos compartir con el resto de la humanidad para contribuir a su belleza y a su memoria colectiva. Menos mal que me encuentro muy lejos de que esos síntomas me afecten hoy, ahora, ya, ¡coño, que susto! A eso es lo que llamo yo improvisar; tener la capacidad de asustarme a mí mismo. Creo que esto que escribo tiene algo de fundamento, al menos tiene un comienzo y creo que podré imaginar un final bastante digno, por ejemplo: FIN.
También nos conquistan épocas donde todo lo que se nos ocurre suena a plagio, a pesado, a soporífero, a sobredosis de palabras y de ideas. Pero no, a mí no, que haya escrito ya varias veces sobre este tema no significa que no pueda volver a hacerlo. Además, nada de lo que he dicho creo que exista, ni que haya una mente tan… Pónganle ustedes el calificativo que quieran, que se le ocurra volver a reunir tantas afirmaciones sobre nada en concreto.
La verdad es que aunque podría seguir creando esta torre de babel inmisericorde durante unos esclavos minutos más, creo que ya está bien por hoy. Y como soy un hombre de palabra, escribir, lo que se dice escribir, tal vez no, pero palabra, tengo bastante. Pues eso, que FIN.


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