Poesías, relatos, cine, música... Un remanso en medio de este apocalipsis (grupo EFDLT)

Placer mutuo

Placer mutuo
Moda poética (ediciones limitadas)

lunes, 7 de julio de 2008

Siempre



Siempre está presente tu ausencia
cuando menos la necesito;
te acomodas en la distancia,
me atas a un teclado a regurgitar desvaríos,
e incluso puede que en este momento
tú apenas me eches en falta.

Sobreviviré pensándote a chorros,
viviendo en lo escrito prevaleceré
a tu insolente independencia .

Siempre desangras mi vida,
y aún muerto recuerdo el
olor a espuma y sudor de tu cuello
entregado a mis mandíbulas.
Y seguramente donde merodees,
me considerarás ileso.

Haz siempre lo que quieras,
pero por lo que más desees,
vuelve siempre que yo te comiera.
O cuando yo te lo suplique.
Regresa si quieres sólo
cuando más te quiera,
o al menos, cuando te apetezca.
Pero quiero que sepas que vuelvas
cuando vuelvas, aquí estaré,
desnudo como una piedra.

jueves, 3 de julio de 2008

La soledad (The loneliness)



De nuevo mi soledad te oscurece,
lo siento tanto como te siento,
sé que no hay palabras que
auxilien el desamparo de las
horas ausentes donde no
existimos,
desde mí clausura sólo
te pueblan decepciones.
Puedes oír mis manos
recorriéndote en el papel,
en el teclado, sin embargo
no hay nada más inquisidor
que la lejanía de su retórica
sobre tu piel floreciente, bajo
tu cabello enredado de placer
estimulando mi sangre,
como intentado seducirme
para siempre, y sin tregua.

Perdóname también eternamente
y creceré cada vez más intenso
rodeándote, concentraré tanta
belleza en tu cuerpo que desearás
el descanso, al fin, de echarme de
menos, a veces.



The loneliness


Again my loneliness gets you dark,
I’m so sorry as I feel you,
I know that there are no words that
help the neglect of the
absent hours where we do not
exist,
from my cloister only
disappointments populate you.
You can hear my hands
crossing you in the paper,
in the keyboard, nevertheless
there is nothing more inquiring
than the distance of their rhetoric
on your flourishing skin,
under your tangled hair of pleasure
stimulating my blood,
like trying to seduce me
forever, and without truce.

Forgive me also eternally
and I will grow increasingly intensely
surrounding you, I will concentrate
so many beauty in your body that
you will wish the rest, to the end,
of missing me, sometimes.

lunes, 30 de junio de 2008

El pueblo incierto (IX)



Justo cuando soñaba que unas vampiras ninfómanas se ensañaban conmigo, me despertó violentamente un fuerte golpe metálico, en cuanto pude reanimar a las primeras neuronas comprendí que alguien pretendía abrir la puerta a toda costa, y con cada arremetida la estantería temblaba al compás de mi pulso. Dejé caer la falsa pared acartonada y empujé con más ímpetu, si cabe, que en el sueño, para intentar que la barrera de anaqueles repletos de folios, lápices y publicidad engañosa, aguantase hasta que la luz de nuevo los recluyese. Después de un buen rato resistiendo me pregunté por qué unos seres que habían podido someter, o en el peor de los casos, aniquilar a un pueblo entero no podían abrir una puerta rudimentariamente fortificada. Fue entonces cuando escuché a alguien decir: “nada, que no hay manera, se habrá caído una de las estanterías y estará atrancando la puerta, habrá que avisar a un profesional para que intente quitar las bisagras. ¡Joder! exclamé al oír hablar en perfecto castellano a esos inauditos seres, y una honda necesidad de saber cuál era su apariencia se apoderó sin piedad de mí. Me coloqué en un ángulo adecuado para ver a través de la puerta cuando alguno de ellos volviese a empujarla, porque siempre hay un listillo, sea la especie que sea, que reserva su destreza para intentarlo cuando todos se hayan dado por vencidos, y colgarse así la medalla de la audacia imperecedera. No acabé de pensarlo cuando un tremendo empujón arrastró la estantería unos centímetros por el suelo, los mismos que quedó abierta la puerta. Aproximé mi ojos desorbitados intentando ver algo a través del hueco que quedó abierto, el inhumano que embistió mi fortaleza tuvo la misma inquietud, y un dueto de gritos secos estremeció el lugar cuando nos vimos tan cerca, deformados por un campo de visión parcial y por el espanto que provoca toda demostración de vida imprevista y desconocida...

jueves, 26 de junio de 2008

Te prefiero...



Te prefiero ausente que
Lejana,
y lejana que indolente.
Antes que obviado, enemiga te elegiría.
Sería una flor aplastada en la
huella de un elefante si tu
me olvidases sin consumirme en batalla.
Sólo crepúsculos en mis palabras,
a sueños penitentes me encomendaría,
si he de redimir de alguna forma
el que me ames.


Hazme flor entre escombros,
hazme recitar bajo tus decepciones,
mantenme en vilo por los acantilados
de tus placeres, al borde de todo y de nada,
siempre, como una atmósfera amenazante.


Te elegí inescrutable…
Te prefiero entregada un segundo, que
perfecta en cualquier otra proporción.


Te prefiero, sobre todo,
cuando sólo sabes amarme.

lunes, 23 de junio de 2008

El pueblo incierto (VIII)



Después de intentar abrir sin éxito, cada una de las puertas que se encontraban rodeando la sala principal del banco, volví a reconocer detenidamente todas las paredes, observé una puerta algo más pequeña, casi mimetizada con el color beige de la pared, me acerqué esperanzado, cogí la manivela de la cerradura, cerré los ojos como el que pide un deseo, la giré hacia abajo rezando, empujé la puerta con el hombro como ensayando un último acto desesperado, y al fin se abrió, sin esfuerzo, parecía que lo hubiese estado deseando hace años. Miré sigilosamente, busqué con la mano un interruptor para encender la luz. ¡Coño! dije al tocar algo con plumas, y al retirar mi mano como de un fuego debí accionar sin querer el interruptor y al fin se hizo la luz, era simplemente un plumero que colgaba de un perchero. Creo que terminé de abrir la puerta con las ondas que generó mi corazón saturado de miedo, por ella se accedía a un pequeño almacén para artículos de papelería, con las paredes completamente forradas de estanterías y el suelo lleno de cajas y de paquetes. Era un lugar idóneo para pasar la noche, vacié una de las estanterías y la coloqué obstruyendo la puerta, volví a colocar todas la cosas en su lugar y añadí todo lo que pude para hacer del cuarto un bunker inaccesible desde el exterior, luego dispuse unas cajas a modo de falsa pared, y entre ésta y la pared me recosté, por supuesto en posición fetal, apoyando mi cabeza sobre unos folletos publicitarios del banco. Estaba agotado pero mis ojos se resistían a darlo todo por zanjado y recorrían sin descanso el refugio en busca de cualquier descuido. El cansancio, la oscuridad y el silencio lograron vencer a mi desconfianza y caí en un sueño tan profundo como el misterio que definía a este pueblo…


jueves, 19 de junio de 2008

Tus versos



Intenté tantas veces decirte…
escribirte con letra espontánea;
como lates cuando duermes.
Quise a menudo sorprenderte con el
fresco impulso del verbo fácil,
dedicarte todo el protagonismo
en un cuento de amantes.
Pero acabé perpetuo vencido,
sepultado bajo miles de versos;
subyugados por tu inconsciente belleza,
fanáticos de las ilusiones, que a veces,
compartías conmigo.


Y acepto con gozo la esclavitud
de descifrar sin éxito ni remedio;
tus cabellos de poseída, tus pechos
imantados de hambre, tu sonrisa de
hacedora despótica; contagiándolo
todo sin mesura.
Tus rodillas de herradura,
tus manos de verdugo celestial,
tu espalda equina, tus ojos sísmicos,
toda la energía parásita que atraen
tus glúteos, tus piernas atenazantes,
tu pubis infranqueable como un
agujero negro caótico y antojadizo…


Y así hasta el fin de las noches.

lunes, 16 de junio de 2008

El crucificado



¡Hace tanto calor!
Llegas mojada del baño,
infectada de gotas, como enferma
de oasis me rozas descuidada,
haciendo quién sabe qué tarea
doméstica, con ese camisón de niebla
hipnótica, que presume con saña
de velar por la divinidad del espacio
que existe en la génesis de tus
piernas blancas.

A mi tensa agonía me crucificas,
clavándome por las manos y por las
caderas a una cruz de ambiguos instintos;
donde espero tu clemencia rezándote
en el cuello como un poseído confeso.

Y parece que me oyes, que me acoges
en tu exuberante desierto, y al
instante afianzas mi insolente cintura
con los clavos que se desprenden de
sentirme, de momento, sólo un paréntesis.

Sumes a una agridulce embolia a todo
lo que en mí circula buscando tu
eximente desembocadura.

La incertidumbre me alimenta
y me ahoga, me santifica, me
excomulga de tus sacramentos.

Tarde o temprano tendrás que
desenclavarme, y resucitaré,
y encontraré bajo tu profético camisón
un lugar para mi fe inquebrantable.

jueves, 12 de junio de 2008

El crepúsculo



agoniza el día, se mimetizan las horas
con todo lo ambiguo que nos domina,
nuestra primavera es una pandemia
que anula los sentidos, una prisión
para apostatas, siervos de la arrogancia.


Se apoderó un cruel otoño de nuestro tiempo;
dejamos de oír la cálida voz de las cosas bellas,
se deshojaron nuestras manos, se nos pudrieron
los labios, nos tragamos las sonrisas.
Asumimos la trágica derrota de la complicidad.
Anidó un irascible invierno en nuestra infinitud.


¿Dónde venció el silencio a la tolerancia?
¿Quién impuso a quién la resignación de la apatía?
Cambiamos la armonía por indiferencia,
los ríos desbocados, por cuerpos resecos.
El infierno rodea al perdón y al lamento.
No recuerdo cuándo los besos comenzaron a dudar,
Ni cuándo las lenguas a enmudecer,
ni dónde el deseo a especular.


¿Cuál es el sentido de este eterno crepúsculo?
¿Quién debe más amor?
Dime ¿quién crees tú que debe renacer de entre los
despojos, y aprender de nuevo a amar?

lunes, 9 de junio de 2008

El pueblo incierto (VII)



...las aceras despobladas de sombras, las esquinas oxidadas, intenté localizar el origen de los sonidos que no habían aparecido todavía, pero que tenían que haberme acompañado todo este tiempo. Busqué en los coches algún indicio de movimiento. ¡Cómo eché de menos niños jugando, parejas paseando cuando circunvalé aquel parque como pintado de silencio! El suave aleteo del viento contra las hojas de los árboles era toda una exhibición de vida comparado con el resto de aquel pueblo incierto. Cuanto más avanzaba mayor era la sensación de soledad, de extinción masiva precedida de un holocausto inédito hasta entonces.
El sol empezaba a ocultarse tras las últimas casas, y mis gaseadas tripas ya estaban añorándolo. Tenía que encontrar rápidamente un lugar seguro donde pasar la noche, no sería una exageración pensar que las criaturas causantes de todo esto estuviesen, como vampiros, esperando la noche para aparecer. En ese momento fui incapaz de imaginar qué crónico y terrible problema podrían tener esos seres en su relación con la luz solar, pero al menos lo entendí como una ventaja, eso sí, que estaba a punto de desaparecer.
A mitad de la calle había una entidad bancaria; si en este pueblo se podía estar seguro de algo, es de que, incluso desierto, seguro que había alguien que les debía dinero, y eso era todo un consuelo para mí, no era el único al que la mala suerte había destinado en este siniestro lugar. Creí que podía ser un buen sitio para ocultarme, en un banco no había alimentos, ni camas, ni menos aún ataúdes, así que seguramente estaría vacío. Me acerqué despacio, girando varias veces sobre mí para asegurarme de que nadie estaba siguiendo mis intenciones. Empujé la puerta acristalada y se abrió como si nada estuviese pasando; y nada pasaba, pero era una nada angustiosa y latente, como una crisálida a punto de dar a luz al más espeluznante de los engendros de Tolkien...

jueves, 5 de junio de 2008

Quiero que lo intuyas



Quiero que lo intuyas como
la tarde a la penumbra;
sin solución, infinitamente.
Y que un inabarcable placer
te haga ingrávida cuando lo
adviertas,
igual que el lobo que después
de aullar oscuras plegarias al
universo, recibe místicas alianzas.

Si vuelves a dudar vomitaré
cada beso inesperado que no
pude retener ante tu piel de
arena movediza.
La misma tempestad que generas
para mantener tus costas libres
de invasiones, agrietará abrazos,
agriará salivas, condenándolo
todo al naufragio del que provengo;
soledad ebria de frustraciones y reproches.

No se puede conquistar cada noche
lo que cada día recobra sus armas,
recupera la distancia, y se enorgullece
de incrementar su propia energía,
desconfiada y onanista.

Déjame de una vez infectarte hasta
que padezcas de una forma crónica
y desorbitada mis esclavas atenciones.
Deja que tu imperio disfrute para
siempre del sacrificio de mi cuerpo
entre tus dientes de diosa insaciable.

lunes, 2 de junio de 2008

El enigma



Es inevitable, mi acecho no cesará
hasta adivinar los fenómenos que
te desencadenan exacerbando mi sangre.
Sé que a veces te rigen misteriosos planetas,
astros egocéntricos, influencias
proscritas de la luna.
Perdóname, pero he de poblarte incluso
muerta,
más allá de cualquier frontera.


La vida me va en este empeño,
te lo juro por ella, y por la tuya,
y por todo el que desee formar parte de algo
eterno.
Quiero desvelar la ley física que me somete
al movimiento sísmico de tus caderas.
Ardo por resolver el enigma que provoca
que tu boca sepa a todo lo irreprimible.
Cuando me acaricias, la fórmula química de
mi cuerpo se me escapa entre erupciones caóticas.


Seguiré observándote sin descanso,
estudiaré implacable la gravedad que
actúa sobre tus pechos libres,
el caos perfecto de tu cabello cuando lo
violan mis manos.
Seré sombra de esa espiral de sonidos
de ultratumba que embriagan mis oídos
cuando la noche te dota de esa hambre hueca.
Velaré insomne la irascible órbita que
generan tus manos sobre mi pubis.


Todo es poco para desvelar el enigma de
ese último lamento; el único en que sin duda
participo;
como inquilino de tus labios humeantes.

jueves, 29 de mayo de 2008

El pueblo incierto (VI)



Apenas me encontraba a cien metros de las primeras casas y de la oscura iglesia de la torre más alta. Mi corazón se aceleraba en dirección opuesta a mi instinto de supervivencia, y mis manos frías sudaban como intentando huir por el aire, evaporándose. Todo ello acompañado del ritmo marcado por los gases descompuestos e inagotables del infierno, que festejaban la inminente llegada de males a través de mi recto.
Salí de la plantación, crucé un camino que recorría perpendicularmente la primera fila de casas del pueblo. Ya estaba allí, frente a la impecable fachada principal de la gran iglesia gris de las campanas eternas. Alcé la vista hacia el campanario, nunca había sido demasiado devoto, pero pedí con toda la fuerza que pudo reunir mi desesperación, a todos los santos y vírgenes de todos los cielos, que velasen por mí, aunque con ello perdiera el poco crédito que pudiese haber reunido en mi vida, por mis buenas acciones. Ahora debía decidir sin precipitación si tenía que dejarme ver por las calles del pueblo, esperando que ellos acabaran de enervar mis nervios con su ausencia, o peor aún, haciendo acto de quién sabe qué presencia, o como parecía lógico debería intentar entrar en la parroquia para establecer contacto con el insufrible campanero. Contemplé una vez más la estructura indolente, casi sacrílega a los ojos de un pecador inconfeso como yo, de la casa de Dios. Opté por continuar andando por medio de una de las calles, poco a poco fui adentrándome en el laberinto en el que se convirtió este pueblo solitario y desconocido, miré cada uno de los edificios con los que me encontraba; cada puerta, cada ventana…

lunes, 26 de mayo de 2008

Antes de ella



Antes de ella nada mítico existía.
No logro recordar qué habitaba cada lugar
donde su lengua indómita resbala y se
deshace impregnándolo todo de
inescrutables mundos frenéticos,
sobre cada una de mis expectantes células.
Cada histérico camino, cada húmeda alucinación
se concentra en la equidistante encrucijada
de nuestro cuerpo híbrido;
de agujeros negros y héroes mitológicos.


¿Qué pudo existir dónde ahora depositamos
devotas danzas y vehemente arquitectura
de plegarias?
¿De qué era destino mi espalda si tú no te
aferrabas; suplicando y exigiendo a la vez,
todas las entradas a todos los paraísos?


¿Qué siniestras formas dislocadas
dibujaban mis manos en el aire vacío,
y que ahora habita el arte excelso de
acariciar desde tu cintura a tu pecho?


Si todo era vacío, no sé a quién agradecer
el haberme sostenido inocente e ingenuo,
confinado en una vida sin tu paleta de
sentidos, y tu influencia de erudita suicida.

jueves, 22 de mayo de 2008

Luis Cernuda (La realidad y el deseo)

Uno de los grandes poetas andaluces, perteneciente a la generación del 27. Y aunque nunca haya sido tan popular como Bécquer, Alberti, Lorca, o Machado, sin duda alguna su obra es una de las más profundas y brillantes que ha dado la poesía en español.
Republicano confeso, se pasó media vida exiliado, impartiendo clases en Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y México, País este último al que amaba profundamente y, donde finalmente moriría en 1963.
Su vida estuvo marcada por un carácter extremadamente introvertido y por la distancia de su tierra; sus deseos enfrentados constantemente a la realidad que le tocó vivir, y que frenó sus expectativas a favor de la soledad y la tristeza.

Este vídeo no tiene demasiada calidad, pero para eso ya está su poesía:

lunes, 19 de mayo de 2008

El cielo (según San Morfeo)



Hoy soñé que estaba muerto,
y que después de todo, había un cielo.
¡Quién lo habría imaginado!
En él coincidía todo lo indispensable;
una toalla húmeda brevemente sujeta
a tu cuerpo reclinado, con mi campo
de visión, y el alcance de mis manos,
curiosamente frías.
El tiempo pasando, los momentos claves
siempre disponibles, mis bolsillos
rebosando de tus sonrisas y tu silencio.

Mi familia, mis amigos;
todos plenamente felices,
asumiendo con gozo el
hecho de que yo fuese el
único
que decidiera cuando
teníamos que vernos.

Coexistían sin clasismos quienes
provenían de sus aprobadas
vidas terrenales, con los
indultados del infierno.

Qué placer poder conversar
en la zona menos idílica, y
por tanto más inspiradora,
con grandes cuentistas y poetas;
Neruda, Melquíades en representación
de Márquez, Cernuda, etc...

¡Qué ingrávida paz nos embarga!
Si se pudiese morir de placer,
sería aquí, si lo llego a intuir antes...
Aunque es fácil decirlo cuando ya estás
muerto, y nadie sufre por saberlo.

jueves, 15 de mayo de 2008

El pueblo incierto (V)



Intentar escapar traería consigo una reacción de fuerza por su parte que debería atenuar en la medida de lo posible. Decidí no continuar avanzando, de todas formas el pueblo seguiría estando seguramente a la misma distancia constante e infinita, me quedaría allí, esperando que contactaran conmigo. Me adentré unos metros entre los girasoles, esperando encontrar en la senda dejada por el supuesto espía algún vestigio que delatase su naturaleza, entonces advertí que el suelo tenía una firmeza inusual, me agaché, removí la tierra rojiza con mis manos apocalípticas, y apareció ante mi atómica ansiedad una estructura metálica a apenas un centímetro de profundidad, de la cual brotaban los tallos. ¿Qué podía significar eso? Rápidamente mis alucinadas neuronas opinaron que debía tratarse de una plataforma para mantener artificialmente a las plantas en el mismo estado que cuando invadieron el pueblo, creyendo que así mantendrían dentro de la normalidad la apariencia cotidiana de los alrededores del lugar.
Cambié de planes: si sus centinelas pudieron llegar hasta el pueblo a través de la plantación, también podría hacerlo yo, así que seguí lentamente uno de los caminos abiertos en línea recta hacia el macabro sonido de la torre más alta. No sé si me alegré de haber acertado en mi deducción, pero la verdad es que a cada paso que daba el tamaño de las casas aumentaba, al fin estaba acercándome irremediablemente, y de nada servía el que deseara con toda mi alma que fuese a la inversa; que cada zancada me alejase cien metros de aquella incierta realidad de la que no podía desterrarme. Respiré hondo y bebí un trago de una botella que llevaba en la mochila, el agua me supo a sudor de dos días cuando se mezcló con mi saliva y antes de caer en el pozo incandescente en el que se había convertido mi sufrido estómago... (seguiré atormentándome con su recuerdo)

lunes, 12 de mayo de 2008

La condición humana



Si la vida fuese eterna
hasta que la muerte apeteciera…

Si creyésemos ciegamente en dios,
y en lo esperanzador de sus designios…

Si ella creyera incondicionalmente en mí…

Si agradeciéramos a la tierra, cada día,
el disfrutar juntos de ella…

Si Dios nos quisiera aún endemoniados;
escupiendo dudas como pecadores enfermizos…

Si la ciencia avanzara a un año por hora…

Si esta vida sólo fuese el ensayo de una
perpetua obra maestra…

Si fuésemos algo más idiotas, y lográramos
desterrar todas las falsas expectativas.

Si una sola condición se hubiese cumplido,
no importaría que estas palabras existieran.

jueves, 8 de mayo de 2008

El pueblo incierto (IV)



Poco a poco un sonido agudo e irritante, de una frecuencia casi inaudible para el ser humano fue ocultando al de las campanas, yo me protegí los oídos con las manos para intentar mantenerme asido a la débil reja que sostenía aún con vida a mi cordura. De pronto una infinidad de caminos se abrieron entre los girasoles; desde todas las direcciones el sonido a tallos quebrados y a marcha desenfrenada ofrecía ante mi atónita mirada un espectáculo sobrecogedor e indescriptible; como si el diablo llamase a filas a todos sus demonios, amenazando con el paraíso al que osara llegar el último. Todos los frenéticos senderos se dirigían hacia el pueblo. Cuando se alejaron me puse en pie, luego me subí en la roca que había utilizado de abrigo, no hubo manera de ver qué tipo de alimañas salieron del sembrado, estaba demasiado lejos para ver esos detalles. y me quedé allí subido un buen rato, sin tener la más remota idea de lo que iba a hacer, sabiendo que en esa posición, mi silueta desolada estaba deformando el valle, y era un blanco perfecto para cualquier ojeador que me pretendiese. De alguna manera supe que ya hacía tiempo que habían advertido mi presencia, así que reaccioné quizá de una forma absurda, pero grité a pulmón lleno ¡Hooolaaa!, abandonándome por completo a las intenciones de quién sabe qué inauditos seres.
Reconozco que mi reacción no fue precisamente el paradigma de nuestro instinto de supervivencia como especie, pero algún sentido oculto me aconsejaba asumir que no podría salir de allí sin afrontar que estaba a merced de ellos, y que…

lunes, 5 de mayo de 2008

...En definitiva...Salvaguárdame



...En definitiva, necesito el aire
que desprende la certeza de que
estás ahí, y que nunca claudicarás
frente al destierro que inflingo
a la parte de la tierra que cuenta
incondicionalmente conmigo.
Preciso que merodees inagotable los
entresijos de mi pusilánime ánimo
por otros mundos, y en otros sentidos.
Que trashumes mi espíritu
en cuanto se confunda con la inercia
de días plagiados y ocres.
Júrame que zarandearás mi pegajoso
recato aunque te crucifique de reojo
en mi soliloquio.
Fusílame con el futuro visto desde
la espontaneidad de tu sonrisa.
Condéname a vivir en primicia
cada detalle que pueda ser mimado
para engendrar entre ambos un milagro.
En definitiva… Salvaguárdame.

jueves, 1 de mayo de 2008

Pedro Reyes (El Hombre)

Yo me considero de la generación de la “bola de cristal”, ese programa infantil que dio la oportunidad a tantos artistas innovadores en los años 80, y que marcó de alguna manera a nuestra generación con un espíritu más o menos creador.
Fue ahí donde conocí a Pedro Reyes haciendo dúo cómico con Pablo Carbonell, dos locos andaluces por los que siento verdadera debilidad. Definir el humor de Pedro Reyes es tan difícil como que te deje indiferente, es todo lo absurdo que hay en el hombre enfrentado a su miseria, o quizás, todo lo contrario.
Vean este vídeo donde nos regala una particular reflexión sobre la condición humana: “El Hombre”.



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